V Plan Diocesano

LA EUCARISTÍA, FUENTE Y CUMBRE


DEL

DISCÍPULO MISIONERO





















V PLAN

DIOCESANO DE PASTORAL









ARQUIDIOCESIS DE GUADALAJARA, 2008

























PRESENTACIÓN

1. Regalo de Dios fue el 48° Congreso Eucarístico Internacional, encomendado en su preparación y realización a Guadalajara, por el tan querido y recordado Juan Pablo II. Fiesta inolvidable de fe y amor a Cristo Eucaristía, que nos legó el compromiso de seguir fomentando el culto a la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana.

2. Para recoger los frutos de este Congreso se redactó y publicó el Proyecto del V Plan Diocesano de Pastoral: “La Eucaristía, Fuente y Cumbre de la Vida y Misión de nuestra Iglesia Diocesana”, conforme al esquema de las Proposiciones del Sínodo sobre la Eucaristía: la Eucaristía, misterio de fe proclamada; la Eucaristía, misterio de fe celebrada; la Eucaristía, misterio de fe vivida.

3. Justo un año después del 48° Congreso Eucarístico Internacional, tuvo lugar en Roma el XI Sínodo Universal Ordinario de los Obispos, cuyo tema fue: “La Eucaristía, Fuente y Cumbre de la vida y Misión de la Iglesia”. Hoy que ya tenemos el documento Post Sinodal de nuestro Santo Padre Benedicto XVI, la Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis”, nos hemos dado a la tarea de redactar el V Plan Diocesano de Pastoral definitivo.

4. Contamos, también, con el documento de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida, Brasil, en mayo de 2007. Documento aprobado por el Papa Benedicto XVI, sugestivo y actual, atento, a los problemas de la sociedad y de la Iglesia en este continente de la Esperanza. Aparecida resalta, sobre todo, el cambio de época que lleva consigo una transformación profunda de la sociedad, como no se había visto en muchos siglos; cambio de mentalidad en que se cuestionan los valores e instituciones que han sido soporte y camino de la sociedad y de los individuos. En la Postmodernidad en que hemos entrado, se cuestionan y abandonan la fe y la moral, la familia como Dios la diseñó, la Iglesia, y hasta las instituciones políticas pierden credibilidad. Las consecuencias son la atomización de la sociedad y el individualismo relativista, hedonista y escéptico (Cf. DA Cap. 2).

5. El lema e hilo conductor del Documento de Aparecida: “Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida” se asume plenamente en este V Plan; lema que se hace operativo mediante el proceso para la formación de discípulos misioneros, según cinco pasos enunciados en Aparecida (n. 278) y asumidos como tarea vertebral de la Misión Continental que propusieron los Obispos Latinoamericanos en Aparecida, y que aprobó el Papa Benedicto XVI.

6. Esos cinco pasos son: 1) El encuentro con Jesucristo vivo, principalmente mediante el anuncio del Kerigma. 2) La conversión. 3) El discipulado o crecimiento en la vida cristiana, mediante la catequesis y los sacramentos. 4) La vida de comunión en la Iglesia y 5) La misión, deber de todo discípulo de Cristo (1 PARTE).

7. La Eucaristía “es fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia”, por consiguiente, debe serlo necesariamente del discípulo misionero. El crecimiento en la vida cristiana, es decir, en el conocimiento y amor de Jesucristo y en la vida de Gracia, se da, sobre todo, por la Eucaristía, compendio del Misterio Pascual, y por el sacramento de la Penitencia. Por esta razón, teniendo vivo el recuerdo y los compromisos del 48° Congreso Eucarístico internacional, se incluye en el V Plan la Eucaristía, que se ilumina y estructura en base a la Exhortación Apostólica postsinodal “Sacramentum Caritatis”: La Eucaristía creída, la Eucaristía Celebrada y la Eucaristía vivida ( II PARTE).

8. Nuestras prioridades son muchas y urgentes, tales como, la familia, responder a los retos del secularismo, individualismo, la juventud, las vocaciones, los pobres, el crimen organizado, y la violencia, etc. Pero de todas ella escogemos sólo una: la Familia, porque es la célula madre de la sociedad y de la Iglesia; porque es la única que puede, por el amor, la fidelidad y la educación cristiana de los hijos, remediar la situación; se tiene también en cuenta que la familia incluye a todos: esposos, padres, hijos, hermanos, niños, adolescentes, jóvenes y ancianos. Otra razón para escoger esta prioridad es el VI Encuentro Internacional de la Familia que se celebrará, Dios mediante, en la ciudad de México en enero de 2009 (III PARTE).

9. Nuestra realidad diocesana se toma debidamente en cuenta en los desafíos y propuestas que se insertan después de cada tema y que son resumen de las muchas sugerencias que la Vicaría Diocesana de Pastoral recogió de los distintos grupos diocesanos. Los desafíos presentan nuestra realidad positiva o negativa, mientras que las propuestas apuntan a las acciones pertinentes para responder a esa realidad. La modalidad operativa se deja a las parroquias, decanatos, vicarías episcopales y comisiones diocesanas.

10. ¿A Quién va dirigido el V Plan? Va dirigido a los fieles en general, pero más en particular, a los Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Laicos comprometidos en las tareas pastorales. Por eso, se ha procurado que sea breve, sencillo y ordenado.

11. Un Plan Pastoral es para pocos años, no lo contiene todo, ni lo dice todo, sino que por fuerza remite, para ser comprendido y ampliado, ante todo a la Palabra de Dios, al Magisterio de la Iglesia y a nuestro Segundo Sínodo Diocesano.

12. ¿Qué se espera del V Plan? Que anime, unifique y oriente, en forma operativa, la pastoral de la Arquidiócesis. Se desea que esta Iglesia de Guadalajara no sea una isla, sino que viva la comunión con la Iglesia universal, que vaya al paso con las enseñanzas del Papa y del Episcopado Latinoamericano, y, al mismo tiempo, responda a los requerimientos de la situación particular de esta comunidad diocesana.

13. Se espera, también, que este V Plan, estructurado según el espíritu y el lema del documento de Aparecida, sea una ayuda eficaz en la realización de la Misión Continental a la que nos ha convocado el Santo Padre Benedicto XVI, cuya animación se encomendará a una comisión diocesana especial.

14. La riqueza espiritual que hemos heredado de nuestros mayores en la fe nos pide saber apreciarla, conservarla y en lo posible, acrecentarla. Por eso, asumimos con entusiasmo y con plena dedicación las tareas pastorales de siempre y las que nos piden los tiempos presentes.

15. Caminemos con la mirada puesta en nuestros Santos y Beatos Mártires, intercesores nuestros y modelos sobresalientes de fidelidad a Cristo. Nos alegran y animan a la gratitud a Dios las numerosas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada que esta comunidad cristiana ha dado y sigue dando a la Iglesia. Agradecemos, también, a Dios el don que representan nuestros laicos numerosos, comprometidos en la edificación del Reino de Dios, ya sea individualmente u organizados en muchos y numerosos movimientos de apostolado laical.

16. Caminemos, sobre todo, con la mirada puesta en Cristo, nuestro Dios y Señor, y en su Santísima Madre María, Madre nuestra también, que, de manera singular, nos ha mostrado su maternal protección, por casi cinco siglos, en su bendita Imagen de Nuestras Señora de Zapopan, Patrona de la Arquidiócesis de Guadalajara.





+Juan Card. Sandoval Iñiguez

Arz. de Guadalajara



























































I PARTE



PROCESO FORMATIVO DEL DISCÍPULO MISIONERO



17. Los Obispos, reunidos en Aparecida, con la asistencia del Espíritu Santo, proponen el Encuentro con Jesucristo vivo como el objetivo principal de la formación integral de los discípulos misioneros. Siendo, por ello, este Encuentro, el hilo conductor de todo el proceso de formación de quienes nos decimos discípulos de Cristo y aceptamos su mandato de ser sus misioneros.

18. En realidad, se trata de propiciar que el bautizado sea dócil a la gracia de Dios y se convierta en discípulo misionero. El método a seguir no es otro que el empleado por nuestro Señor Jesucristo: llamar a todos con paciencia y sabiduría, para que le sigan; a quienes aceptaron la invitación, los catequizó en el misterio del Reino de Dios, durante tres años, viviendo en comunidad con Él y el grupo de discípulos más cercanos; y, después de su muerte y resurrección, les envió a predicar la Buena Noticia, con la fuerza del Espíritu Santo (Cf. DA 276).

19. Este método se considera eficaz en los procesos de formación cristiana que la Iglesia, peregrina en el Continente Latinoamericano, debe emprender, atendiendo al nuevo contexto socio-cultural; a las hondas aspiraciones del hombre y al llamado que el Señor Jesús sigue haciendo a los que quieran ser sus discípulos misioneros (Cf. DA, 277).

20. En consonancia con la exhortación postsinodal, «Ecclesia in America» que lleva por subtítulo: «Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América»; Aparecida propone cinco aspectos fundamentales del proceso formativo que «aparecen de diversa manera en cada etapa del camino pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí» (DA, 278).

1. EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO

Maestro, ¿dónde vives? (Jn 1,38)

El Kerigma

21. La teología católica entiende por kerigma el primer anuncio gozoso y testimonial de la Buena Nueva (Evangelio), hecho por el heraldo de Cristo (apóstol, misionero, evangelizador…), para convocar a los no creyentes, llamados a la conversión, a la fe y al bautismo. La proclamación del kerigma es la obra esencial de la evangelización y el contenido de la primera predicación de la fe. Toda evangelización, en cualquiera de sus formas: catequesis, homilía y conferencias teológicas, debe tener, siempre, un tono y sabor kerigmático de alegría y optimismo que invite a las personas a la adhesión a Cristo y al cambio de vida, mediante una profunda conversión.

22. El encuentro con Jesucristo vivo es el primer aspecto del proceso de formación del discípulo misionero, que se realiza mediante el kerigma. «El contenido del kerigma, del anuncio, que constituye la esencia de todo el mensaje evangélico, es Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nosotros» . Se aplica a la predicación del hecho o núcleo central de la fe cristiana, que se hace en forma de testimonio entusiasta por haber encontrado a Cristo y en Él la salvación, para suscitar la fe del oyente .

23. Conviene afirmar que el kerigma en la Nueva Evangelización, supone:

- Al ya convertido al Señor Jesús, se le instruye mediante la catequesis y se le alimenta con los sacramentos, a fin de que fortalezca su fe y profundice en el conocimiento de Jesucristo al que ha aceptado en su vida por el Bautismo.

- A quienes han recibido la fe y con frecuencia se acercan a la Iglesia y los sacramentos, hemos de proclamar el kerigma mediante la homilía dominical, principalmente, para que vivan lo que creen, y crean lo que han recibido y participen activamente en la vida de la Iglesia (Cf. RM 33).

24. Todo discípulo misionero debe transformarse en «testigo». El testigo, cree y profesa su fe, anuncia con su vida y con su palabra el gozo de haber encontrado a Cristo. El testimonio es de vital importancia, desde que Jesús, antes de subir al cielo, dijo a los discípulos: Serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo (Act 1, 8) .

25. Sin el anuncio del kerigma, los demás aspectos de este proceso están condenados a la esterilidad. Debemos tener en cuenta que el kerigma, además de una etapa, en el proceso, es principalmente el hilo conductor de todo el camino que lleva a la madurez del discípulo misionero (Cf. DA 278). Es, pues, el anuncio del kerigma el que da la posibilidad de implementar una iniciación cristiana auténtica y eficaz.

26. Con el Papa Benedicto XVI estamos plenamente convencidos de que: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y, con ello, una orientación decisiva» . El encuentro con la persona de Jesús es esencial en la vida del discípulo misionero, pues Jesús es la verdadera respuesta a la pregunta «sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente americano» (EAm 10).

Se trata de un encuentro personal con Cristo, que «debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerigma y la acción misionera de la comunidad» (DA, 278).

Lugares de encuentro con Jesucristo

27. En el hoy de nuestra Iglesia, en medio de acontecimientos esperanzadores pero también angustiantes, por la creciente secularización de nuestra sociedad, nos preguntamos: ¿Dónde podemos encontrar a Jesús para iniciar «un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad»? (EAm 8) ¿Cuáles son los lugares, los espacios, las personas que nos hablan de Jesús, que nos ponen en comunión con Él y nos permiten ser discípulos y misioneros suyos? (Cf. DA 245).

La fe recibida y vivida en la Iglesia, comunidad viva

28. El encuentro con Cristo se realiza en la fe recibida y vivida en el seno de la Iglesia. Es ahí donde los fieles pueden descubrir el amor del Padre, que se manifiesta en el don que nos hace de Jesucristo (Cf. DA 246).

Por eso Benedicto XVI nos recuerda que «¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Ésta es nuestra casa! ¡En la Iglesia católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de consuelo!» .

La Sagrada Escritura, Palabra de Dios

29. Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, Palabra de Dios, leída a la luz de la Tradición. «Desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo» (San Jerónimo) y «renunciar a anunciarlo» (DA 247). «Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y El Caribe se dispone a emprender…, es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios» (Benedicto XVI, DI 3). No se trata de que el cristiano conozca sólo intelectualmente la Sagrada Escritura, sino que viva conforme a ella.

30. La lectura orante de la Biblia o Lectio Divina favorece el encuentro personal con Jesucristo, a ejemplo de tantas personas en el tiempo del Nuevo Testamento (Cf. DA 247; Cf. Jn 6,63).

La Sagrada Liturgia

31. La Liturgia es la celebración del Misterio de Cristo y, en particular, de su Misterio Pascual, muerte y resurrección. «Por la Liturgia, Cristo, nuestro Redentor y Sumo Sacerdote, continúa en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra redención» (CEC 1069, Cf. DA 250).

32. En el Concilio Vaticano II, se profundizó en las diversas presencias de Jesucristo en la Liturgia: a) En el sacerdote que renueva en el altar el sacrificio de Cristo en la Cruz; b) En las especies consagradas del pan y vino; c) En los sacramentos; d) En la proclamación de la Palabra de Dios; e) En la Iglesia que suplica y canta himnos (Cf. SC 7; EAm 12).

La Eucaristía

33. «La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo» (DA 251). El corazón del hombre oprimido por el pecado, en algunas ocasiones confundido por la duda y el sufrimiento, tiene necesidad de una luz que oriente su vida. ¡La Eucaristía es esa luz! Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios y participamos del pan y vino convertidos en Cuerpo y Sangre de Jesús, es precisamente Jesucristo quien ilumina nuestra mente y nuestro corazón como les sucedió a los discípulos de Emaús, que lo reconocieron «al partir el pan» (Cf. Lc 24,25) .

34. Siempre que participamos en la Eucaristía tenemos un encuentro íntimo con Jesús. Desde esta óptica, se fundamenta la importancia de la participación en la Misa dominical, que debe experimentarse, no como una obligación, sino como «necesidad interior del creyente, de la familia cristiana y de la comunidad parroquial» (DA 252).

35. Una Eucaristía bien preparada es el campo propicio para que los fieles, al escuchar la Palabra de Dios, ofrezcan el sacrifico de la cruz y se alimenten de su Cuerpo y su Sangre, y se encuentren con Jesucristo. Por otra parte, donde no hay Eucaristía, por la escasez de sacerdotes, la comunidad tiene una doble tarea: por un lado, participar en la «celebración dominical de la Palabra» (Cf. Mt 18,20) y, por otro lado, orar y promover las vocaciones sacerdotales (Cf. DA 253).

El Sacramento de la Reconciliación

36. El hombre que se ha apartado de Dios, escucha la llamada de Jesús a la conversión (Cf. Mc 1,15), se acerca al Sacramento de la Reconciliación y experimenta la gran misericordia del Padre que no le toma en cuenta sus pecados, porque el amor de Dios es más fuerte que el pecado cometido. El creyente debe recordar que sólo Dios perdona los pecados mediante el Sacramento de la Reconciliación (Cf. Mc 2,7).

37. Porque Jesús es el Hijo de Dios, él dice de sí mismo: «El hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc 2,10). Más aún, Jesús por su autoridad confiere este poder a los discípulos para que lo ejerzan en su nombre (Cf. Jn 20,21-23) .

La oración personal y comunitaria

38. La oración cristiana es el lugar donde el discípulo misionero cultiva una profunda relación de amistad con Jesucristo y donde descubre cuál es la voluntad del Padre. Santa Teresa de Ávila, la definía así: «No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» .

Los pobres, afligidos y enfermos

39. En cada hombre resplandece el rostro de Cristo, independientemente de su condición física, mental o social. Jesucristo se identifica con los pequeños, es decir, los pobres, los afligidos, los enfermos…: «En cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos míos, aún a los más pequeños, a mí me lo hicieron» (Mt 25,40.45). Los pequeños son, de esta manera, un Evangelio viviente por el testimonio de su fe, por su paciencia, por su apertura a la presencia y voluntad de Dios. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan y nos acercan con su vida y testimonio al encuentro con Jesucristo! (Cf. DA 257).

La familia cristiana

40. La familia cristiana, Iglesia doméstica (Cf. CEC 2204), es uno de los lugares privilegiados donde los hijos pueden aprender a conocer y amar a Jesucristo, desde los primeros años de su vida. La verdadera educación cristiana de los hijos no se reduce a incluir a Dios entre las cosas importantes de su vida, sino que sitúa a Dios en el centro de la vida. Esta educación en la centralidad del amor a Dios la realizan los padres, sobre todo, a través de las realidades de la vida diaria: trasmitiendo la fe a sus hijos con su participación alegre en los sacramentos, dando testimonio a los hijos de la importancia que tiene Dios en su vida, enseñando a sus hijos a orar, rezando en familia en las comidas, fomentando en los hijos la gratitud a Dios por los dones recibidos, acudiendo a Él en los momentos de dolor en cualquiera de sus formas, participando en la misa dominical con ellos, acompañándoles a recibir el sacramento de la Reconciliación, corrigiéndolos con el ejemplo de su vida cristiana y con su palabra, etc. .

Espacios del Encuentro con Jesucristo

41. El Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia maneras muy peculiares de buscar y manifestar la fe. Hemos de valorarlas todas, aprovechando la oportunidad, para que muchos fieles tengan un espacio oportuno, mediante una adecuada evangelización, de encuentro con Jesucristo (Cf. EN 48).

La piedad popular

42. Entre estos espacios, es de fundamental importancia la piedad popular, que en palabras del Papa Benedicto XVI, es «el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina» (DI 1). Esta manera de expresar la fe de parte de nuestro pueblo «refleja la sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer» (EN 48). Entre las expresiones de esta espiritualidad se encuentran: Las Posadas y Navidad; las prácticas de cuaresma y Semana Santa; las festividades marianas: la devoción a la Virgen de Guadalupe y la Virgen de Zapopan; las procesiones, especialmente, la del Corpus Christi; y las propias de cada parroquia; las peregrinaciones a los santuarios, las danzas, el amor a los santos y las mandas, entre otras. Muchas personas, en ocasiones, sólo cuentan con este tipo de espiritualidad que constituye una ocasión privilegiada de evangelización .

43. La piedad popular se convierte, así, en un espacio propicio para que el cristiano inicie un proceso de encuentro personal con Jesucristo, que lo lleve al crecimiento y madurez en su fe, de tal forma que se convierta en discípulo misionero. Algunas personas han tenido una experiencia fuerte de Jesucristo en alguna de estas prácticas de piedad, que se ha constituido en el inicio de un camino serio de conversión. En el mundo secularizado, la piedad popular, es una voz que toca los corazones y un canal todavía vivo para transmitir la fe .

La devoción a María

44. La Virgen María es la discípula más perfecta del Señor. De ella podemos imitar su fe (Cf. Lc 1,45), su obediencia a la voluntad de Dios (Cf. Lc 1,38), su silencio, su escucha y meditación de la Palabra (Cf. Lc 2,19), su sí incondicional. La Virgen María es, también, la gran misionera; así como dio a luz al Salvador del mundo, acompañó la evangelización de nuestra patria (Virgen de Guadalupe) y de nuestra Arquidiócesis (Virgen de Zapopan). Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho de nuestra Arquidiócesis son un testimonio de la presencia cercana de nuestra Madre (Cf. DA 266-272).

45. La Iglesia propone algunos tiempos y prácticas que ayudan a la espiritualidad mariana del discípulo misionero: el sábado, dedicado a venerar a la Virgen María (memoria de Santa María); la preparación a las fiestas marianas (triduos y novenarios); el mes de mayo dedicado a María; la recitación del Angelus Domini (Reina del cielo, en pascua); el rezo del Rosario; la consagración a la Virgen; el uso de escapularios (Virgen del Carmen) y medallas marianas .

Los Apóstoles y los Santos

46. Las vidas de los Apóstoles y Santos son, también, espacios privilegiados del encuentro con Jesucristo (Cf. DA 273). Nuestra Arquidiócesis de Guadalajara tiene el privilegio de contar con un gran número de discípulos misioneros, testigos vivientes de Jesús, que probaron la gracia del martirio. El Emmo. Sr. Cardenal Juan Sandoval Iñiguez hizo una referencia a su testimonio en la V Conferencia en Aparecida: «El mártir es el mejor discípulo porque va con Cristo hasta la Cruz y es el misionero más creíble porque sella con su sangre lo que anuncia» . El ejemplo de estos cristianos nos motiva a imitar y renovar el ardor apostólico y misionero que nos han transmitido.



Desafíos

47. Constatamos un grande vacío en la vida de fe de muchos de nuestros cristianos, que no han recibido formalmente el anuncio del Kerigma y por consecuencia no han hecho una opción de fe por Jesucristo.

48. Hay un gran número de fieles cristianos que requieren un mayor conocimiento, aprecio y vivencia de la Sagrada Escritura.

49. El creciente fenómeno de la secularización que se vive, también, en nuestra Arquidiócesis y que se manifiesta en el desvanecimiento de “la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios” (DA, 44).

Propuestas

50. Asegurar en todas las comunidades parroquiales el anuncio del kerigma e implementar itinerarios de iniciación cristiana adaptadas a la situación de los no evangelizados o no suficientemente evangelizados.

51. Asegurar la animación bíblica de toda la pastoral.



2. LA CONVERSIÓN

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6)

52. El segundo aspecto del proceso formativo de los discípulos misioneros es la conversión personal y pastoral.

Conversión personal

53. La conversión es el primer fruto del encuentro con Jesús. Tal encuentro se hace tan profundo que impacta toda la vida, pues se acepta a Cristo en toda la existencia cristiana como Camino, Verdad y Vida (Cf. Jn 14,6); asimilando los valores evangélicos en orden a la conversión personal.

54. El pecado, como revelan las fuentes bíblicas, es, ante todo, ruptura con Dios, al desobedecer su Santa Ley (Cf. Gn 3,1ss.; Rm 7,7-25); pero es también ruptura y división, con los hermanos, consigo mismo y con la creación (Gn 4,1-16). Así, para que pueda tener lugar la transformación del corazón, ha de existir una sensibilidad hacia el pecado. «Reconocer el propio pecado, es más, reconocerse pecador, capaz de pecado, es el principio indispensable para volver a Dios (Cf. Sal 50,53; Lc 15, 18.21) [...] En realidad, reconciliarse con Dios presupone e incluye, por consiguiente, hacer penitencia en el sentido más completo del término: arrepentirse, mostrar arrepentimiento» (RP 13).

55. En el Nuevo Testamento encontramos ejemplos notorios de conversión: Zaqueo, a pesar de ser conocido como pecador público, se convierte y se transforma en discípulo, cuando Jesús sale a su encuentro (Cf. Lc 19,1-10); la mujer pecadora experimenta el arrepentimiento y la misericordia de Dios, al encontrarse con Jesús en casa de un fariseo (Cf. Lc 7,37-50); María Magdalena, encuentra al maestro, lo escucha y es liberada de sus pecados, convirtiéndose en discípula misionera (Cf. Lc 8,2; Jn 20,11-18); en Damasco, Saulo se encuentra con el Señor Jesús a quien persigue, de ahí en adelante ya no será Saulo sino Pablo (pequeño) y ya no será perseguidor sino Apóstol de Jesucristo (Cf. Hch 9). El que se convierte no vive según la carne sino según el Espíritu (Cf. Gal 5,19ss.).

Conversión pastoral

56. El discípulo que se hace misionero debe pasar de una conversión personal a una conversión pastoral. Se trata de una conversión que toca la vida y la misión de la Iglesia, despertando en ella la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de Dios. Esto implica escuchar con atención y discernir lo que el Espíritu Santo está diciendo a la Iglesia a través de los signos de los tiempos (Cf. DA 366; Ap 2,29).

57. La conversión pastoral requiere la vivencia de la espiritualidad de comunión y participación, y de comunidades eclesiales de discípulos misioneros en torno a Jesucristo, Maestro y Pastor. «De allí, nace la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas» (DA 368). Así, será posible que «el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial» (NMI 12) haciendo de la Iglesia, con nuevo ardor misionero, la madre que sale al encuentro, la casa acogedora, la escuela de comunión misionera (Cf. DA 370).

58. Se trata de un programa que presupone, indiscutiblemente, «recomenzar desde Cristo» y, en fidelidad al Espíritu Santo, que conduce a la Iglesia, iniciar una verdadera revisión y renovación eclesial, que implicará reformas espirituales, pastorales y también institucionales (Cf. DA 367).

Desafíos

59. Para muchos, la norma de su vida no son ya los criterios del Evangelio.

60. En algunos fieles hay poca sensibilidad al pecado.

61. En el ámbito de la Iglesia, se buscan soluciones comunes a problemas comunes en la acción pastoral.

Propuestas

62. Llevar a vivir los criterios del Evangelio, mediante la sólida catequesis y la predicación, así como la práctica efectiva de la caridad cristiana.

63. Formar en los fieles la recta conciencia, mediante el fortalecimiento de la dimensión moral de la catequesis y la denuncia, clara y oportuna, de los vicios, para invitar a la conversión.

64. Fortalecer la pastoral de conjunto, revisando y renovando las estructuras parroquiales y diocesanas.

3. EL DISCÍPULADO

Los llamó para que estuvieran con Él (Mc 3,14 )

65. El proceso formativo del discípulo misionero incluye el discipulado, como tercer aspecto, fase de profundización en la persona, ejemplo y doctrina de Jesús, mediante una catequesis permanente y vida sacramental. En esta dimensión de la formación, los discípulos misioneros van madurando «constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús Maestro» (DA 278c).

66. El verdadero discípulo se hace a los pies del Maestro. Para el evangelista san Mateo, ser discípulo consiste en estar «con Jesús» hasta la muerte (Cf. Mt 26,29.36.40.51.69.71). En otras palabras, no puede entenderse en la vida de quien quiere llegar a ser discípulo de Jesucristo, el Emmanuel, la neutralidad y la distancia . Los discípulos tendrán, por consiguiente, una tarea singular: vivir en comunión con su Maestro.

67. En el Evangelio de san Marcos, el discípulo es llamado por el Maestro para estar con Él y ser enviado (Cf. Mc 3,13). Esto supone que los discípulos misioneros aceptan la llamada como gracia de Dios, y responden generosamente a ella; por eso, están con el Señor, escuchan su Palabra, descubren su voluntad, conviven y celebran los grandes misterios del amor de Dios. Esto significa una profunda, constante y activa participación en los Sacramentos; así como una catequesis permanente, integral y sistemática que fortalezcan la conversión inicial y ayuden a los convertidos a perseverar en el nuevo estilo de vida cristiana, mientras realizan su misión en medio del mundo que los rodea y los desafía.



Una formación kerygmática, integral y permanente

68. La formación del discípulo misionero debe ser integral; armonizando las diversas dimensiones en una unidad vital. En cada una de estas dimensiones debe hacerse presente y operante la fuerza del anuncio kerigmático. Esta formación debe ser permanente y dinámica, de acuerdo a la capacidad, al servicio y al desarrollo de cada persona (Cf. DA 279).

69. La dimensión espiritual

Si bien todas las dimensiones en la formación del discípulo misionero son igualmente importantes, podríamos decir, sin embargo, que la dimensión espiritual es la que le da el sabor cristiano y místico a nuestra vida de fe. El discípulo ha de tener experiencia de Dios, es decir, ha de conocerlo por el trato cotidiano con él a través de la oración y de la recepción de los sacramentos (Cf. DA 280b).

70. La dimensión humana y comunitaria

Esta dimensión tiene como intención acompañar al discípulo misionero, de tal forma que sea capaz de ser un cristiano maduro, asumir su propia historia y vivir en el mundo como creyente en Jesucristo, luz en la sociedad, sol para los pueblos y levadura para la gente que entre en contacto con él. En esta dimensión, «se trata de desarrollar personalidades que maduren en el contacto con la realidad» (DA 280a) y que puedan vivir en el mundo plural en que nos encontramos, con actitud equilibrada, fuerte, serena y libre, siempre abiertos al Misterio.

71. La dimensión intelectual

Es necesario que demos razón de nuestra fe y nuestra esperanza (Cf. 1Pe 3, 15). Fe y razón no se contraponen, más bien, se reclaman y se necesitan mutuamente. Fe sin razón se convierte en fideísmo o en superstición, y razón sin fe se vuelve pragmatismo. Hasta donde la filosofía y la teología nos lo permitan, hemos de llegar a la inteligencia de la fe, debemos ser capaces de reflexiones sencillas, pero no menos profundas, y serias de lo que creemos, a fin de capacitar al discípulo para que tenga una actitud de discernimiento, juicio crítico y dialogante con el mundo y la cultura actual, sin menoscabo de su propia fe (Cf. DA 280c).

72. La dimensión pastoral y misionera

El discípulo que verdaderamente ha tenido un encuentro con Jesucristo, que ha encontrado la perla preciosa y el tesoro escondido, Cristo nuestro salvador, no puede quedarse callado, sino que se siente empujado, obligado a anunciar a Cristo de manera constante en su vida y en su ambiente. El verdadero cristiano forzosamente se convierte en discípulo misionero, no se conforma con recibir sino que tiene deseos de dar. Con su vida cristiana atrayente para los demás, los anima a ser más responsables de su vida espiritual, incentivándolos para cambiar las realidades sociales que no sean verdaderamente evangélicas (Cf. DA 280d).

Una formación respetuosa de los procesos

73. La meta a la que debemos llegar en la formación del discípulo misionero es la de configurarnos y conformarnos a Cristo, hasta alcanzar la estatura del hombre perfecto (Cf. EN 19; GS 21). Este proceso de formación tiene caminos diversos, procesos personales y ritmos comunitarios, que son, con frecuencia, continuos y graduales. Ha de tener en cuenta las asociaciones y movimientos, comunidades religiosas, comisiones de pastoral y organismos eclesiales; de este modo, se tiene una visión de conjunto que permite unir las distintas iniciativas y proyectos (Cf. DA 281).

Una formación en la espiritualidad misionera

74. El discípulo de Cristo debe ser dócil al Espíritu Santo que siempre lo impulsa a la acción misionera a fin de que la vida espiritual y la experiencia que se tiene de Dios no quede solamente en el ámbito privado o de pequeños grupos, sino sea comunicada con nuevo entusiasmo, nuevos métodos y expresiones en todos los ambientes en que un cristiano se mueve, vive y se desarrolla (Cf. DA 284).

Iniciación a la vida cristiana

75. La iniciación cristiana, que incluye el kerigma, pone en contacto al ser humano con Jesucristo y lo inicia en el discipulado (Cf. DA 288); fortaleciendo la unidad teológica que existe entre los sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía; y profundizando en su rico sentido espiritual. Por ello formar al discípulo misionero se convierte en una tarea prioritaria en nuestro tiempo (Cf. DA 286-287).

Sacramentos del crecimiento

76. El cristiano, regenerado a la vida nueva en Cristo vivo y resucitado, por el Bautismo, entra en un proceso de crecimiento espiritual que tiene en la Eucaristía el alimento que lo fortalece en su caminar como discípulo misionero de Jesucristo; y en el Sacramento de la Reconciliación, la fuente que limpia, perdona, sana y restablece al cristiano en su amistad y seguimiento de Cristo.

Desafíos

77. Se constata el aumento progresivo de cristianos bautizados no evangelizados, de cristianos alejados de la Iglesia y de adultos no bautizados.

78. Falta aplicar debidamente en la catequesis, tanto sistemática como para la preparación de sacramentos, los procesos con que cuenta la Arquidiócesis.

Propuestas

79. Dar seguimiento en las parroquias y en los grupos de apostolado a los procesos de crecimiento en la fe (Cf. DA 287).

80. Todo anuncio de la Palabra de Dios: catequesis, homilía, instrucción bíblica…, ha de tener sabor kerigmático.

Formación del presbítero, discípulo misionero

Acción pastoral entre los presbíteros

81. Uno de los principales ámbitos del ministerio presbiteral que no debe ser descuidado, más en este cambio de época, es la acción pastoral que se realiza entre los mismos presbíteros. El presbítero, por gracia de Dios, es hermano y pastor de los demás presbíteros. Cada presbítero puede contribuir, significativa-mente, para que sus demás hermanos en el ministerio sean lo que deben de ser, vivan como deben vivir, sepan lo que deben saber y hagan eficazmente lo que deben hacer. El presbítero, no puede permanecer indiferente ante las necesidades y limitaciones de los sacerdotes, con quienes está hermanado sacramentalmente.

82. De manera especial, debemos mostramos siempre solidarios y comprensivos hacia nuestros hermanos presbíteros mayores, enfermos o que pasan alguna tribulación. Algunos de ellos a veces se sienten relegados, poco reconocidos y hasta excluidos de determinadas actividades. Además, los presbíteros recién ordenados y jóvenes, deben encontrar en sus demás hermanos, el apoyo y guía que les son necesarios.

La formación permanente del presbítero

83. Los obispos reunidos en Aparecida advertían la necesidad que tiene el Pueblo de Dios de presbíteros-discípulos, «que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la oración» (DA 199). Ante esta necesidad, la formación permanente está llamada a ser la escuela del discipulado, pues cuando se vive como una actitud permanente, y no como un evento aislado, es posible descubrir que el ministerio sacerdotal encierra en sí mismo una potencialidad educativo-formativa (Cf. PDV 70ss.).

Desafío

84. Una visión reduccionista de la formación permanente del presbítero, que la identifica únicamente con cursos, retiros o jornadas, sin acompañarla del esfuerzo personal por la santidad.

Propuesta

85. La formación permanente integral debe llevar al presbítero a configurarse con Cristo cada vez más y ser animador eficaz de una comunidad de discípulos misioneros.

Pastoral vocacional

Promoción vocacional

86. La Iglesia está llamada a «cuidar el nacimiento, el discernimiento y el acompañamiento de las vocaciones, en especial de las vocaciones al sacerdocio» (PDV 34). La pastoral vocacional, como señala Pastores dabo vobis: debe ser acogida, con nuevo, vigoroso y más decidido compromiso por parte de todos los miembros de la Iglesia, y con la conciencia de que no es un elemento secundario o accesorio, sino imprescindible (Cf. PDV 34). La pastoral vocacional, asimismo, es una responsabilidad de cada discípulo misionero de Jesucristo, y ésta debe estar presente en los proyectos pastorales, de manera particular, en la Catequesis Infantil, la Pastoral Juvenil y Pastoral Familiar (Cf. DA 314).

El testimonio y la vocación

87. El ministerio sacerdotal, o la vida consagrada, cuando se viven con generosidad y alegría, se convierten en un medio privilegiado y oportuno por el cual el Dueño de la mies, sigue llamando a otros a trabajar en sus campos (Cf. Lc 10, 2). Los jóvenes necesitan modelos concretos y cercanos que les permitan descubrir que vale la pena consagrarse al hombre por Cristo . Unida al testimonio, debe estar presente la explícita invitación a participar en las diversas iniciativas diocesanas para la selección de los candidatos, como son los cursos de preseminarios y de pre-vida religiosa.

Desafío

88. Nuestra Arquidiócesis se ha visto bendecida por abundantes vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada.

Propuesta

89. Que la pastoral vocacional forme parte de la pastoral familiar, juvenil y universitaria.





4. LA COMUNIÓN



Que todos sean uno… (Jn 17,21)

90. La exigencia de la comunión radica en el misterio de la Iglesia, Cuerpo de Cristo al que pertenecemos por el Bautismo; Pueblo de Dios, unido bajo el cayado de Cristo su Pastor, y edificación espiritual o templo en el que Dios habita, formado por piedras vivas, sobre Cristo, piedra angular y los cimientos de los apóstoles (Cf. Ef 2,20; LG 7). La Eucaristía que nos hace vivir por Cristo afianza y perfecciona nuestra comunión eclesial (Cf. SCa 17).

91. ¿Qué significa la palabra "comunión"? Se trata de la comunión con Dios por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo. Esta comunión tiene lugar en la palabra de Dios y en los sacramentos. El Bautismo es la puerta y el fundamento de la comunión en la Iglesia. La Eucaristía es la fuente, que significa y produce, la íntima unión de todos los fieles en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia (Cf. 1Cor 10,16; CL 17). «Pero la especial intimidad que se da en la ‘comunión’ eucarística no puede comprenderse adecuadamente ni experimentarse plenamente fuera de la comunión eclesial [...] La Iglesia es el cuerpo de Cristo: se camina ‘con Cristo’ en la medida en que se está en relación ‘con su cuerpo’. Para crear y fomentar esta unidad Cristo envía el Espíritu Santo. Y Él mismo la promueve mediante su presencia eucarística» (MND 20).

92. El discipulado y la misión siempre suponen la pertenencia a una comunidad. Dios no quiso salvarnos aisladamente, sino formando un Pueblo. Reunida y alimentada por la Palabra y la Eucaristía, la Iglesia católica existe y se manifiesta en cada Iglesia particular o Arquidiócesis. La Iglesia particular es totalmente Iglesia, pero no es toda la Iglesia. Es la realización concreta del misterio de la Iglesia Universal, en un determinado lugar y tiempo. Para eso, ella debe estar en comunión con las otras Iglesias particulares y bajo el pastoreo supremo del Papa, Obispo de Roma, que preside todas las Iglesias. La Arquidiócesis, en todas sus comunidades y estructuras eclesiales, está llamada a ser una “comunidad misionera”. Y es el primer ámbito de la comunión y la misión.

93. a) Dicho de otra manera, en este cuarto aspecto del proceso de formación del discípulo misionero, se promueve la vivencia del seguimiento de Cristo en comunidad, participando en la vida de la Iglesia «casa y escuela de comunión» (NMI, 43) y en el encuentro con los hermanos. «Ya que no puede haber vida cristiana, sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos» (DA 278d).

b) La experiencia de las primeras comunidades cristianas es un camino a seguir (Cf. Hch 2, 42). Se trata de que los discípulos participen en la vida de la Iglesia y en el encuentro con sus hermanos, «viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria» (DA 278d). El discípulo misionero vive la comunión, la caridad, el amor, la ayuda al necesitado y el perdón de las ofensas.

Lugares de comunión para los discípulos misioneros

La familia

94. La familia cristiana «ha sido y es espacio y escuela de comunión, fuente de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente» (DA 302). Por ello «su primer cometido es el de vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas» (FC 18).

Las parroquias

95. La dimensión comunitaria es intrínseca al misterio y a la realidad de la Iglesia, que debe ser reflejo de la Santísima Trinidad. A lo largo de los siglos, de diversas maneras, se ha vivido esta dimensión esencial (Cf. DA 304).

Las parroquias son células vivas de la Iglesia (Cf. DA 304; AA 10; SD 55), que encierran una inagotable riqueza comunitaria, porque en ellas se da una grande variedad de situaciones, de edades, tareas, ministerios y carismas sin que venga a menos la unidad (Cf. DA 304).

La parroquia ofrece a los niños, adolescentes y jóvenes la oportunidad de formarse en el sentido de comunidad. De modo especial, la Eucaristía del Domingo, debe ser el momento por excelencia en donde debe darse el encuentro de la comunidad, especialmente de los jóvenes y niños con Jesucristo resucitado (Cf. DA 305; DI 4).

Pequeñas comunidades eclesiales

96. a) Como un fruto de la espiritualidad de comunión han estado surgiendo entre nosotros grupos de laicos y laicas integrados en nuevas comunidades eclesiales, convirtiéndose en un medio privilegiado para la nueva evangelización (Cf. DA 307). Se trata de un medio propicio para vivir la fraternidad, la escucha de la Palabra de Dios, la animación en la oración, la profundización en los procesos formativos de los discípulos misioneros; ámbitos que fortalecen el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad actual (Cf. DA 308).

b) Las pequeñas comunidades son una verdadera ayuda a la evangelización cuando son vivas y dinámicas a partir de una espiritualidad sólida, basada en la Sagrada Escritura y en la comunión con la Iglesia local y la vida de la parroquia para que ésta llegue a ser verdaderamente «Comunidad de comunidades» (DA 309; SD 58).

Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades

97. Los nuevos movimientos y comunidades son regalo del Espíritu Santo para nuestra Iglesia, ya que «por su misma naturaleza, expresan la dimensión carismática de la Iglesia» (DA 312). No hay contraposición entre la institución y los carismas, los dos son igualmente necesarios en la constitución divina del pueblo de Dios .

98. Como en todas las épocas, la Iglesia debe responder a los desafíos y necesidades pastorales que van surgiendo, es en este contexto, donde el Espíritu Santo suscita estos movimientos y comunidades con carismas que hacen que muchas personas alejadas puedan tener una experiencia viva y cercana con Jesucristo, Nuestro Salvador, y recuperen su identidad bautismal y vuelvan a participar en la vida de la Iglesia y en concreto en la vida de su comunidad parroquial (Cf. DA 312; DI 4).

99. De estos movimientos, a fin de aprovechar mejor sus carismas y servicios, se espera que estén plenamente integrados en la vida de la Arquidiócesis y de sus parroquias, conservando sus carismas y su originalidad que proceden del Espíritu de Dios, «Conviene prestar especial acogida y valorización a aquellos movimientos eclesiales que han pasado ya por el reconocimiento y discernimiento de la Santa Sede, considerados como dones y bienes para la Iglesia Universal» (DA 313).

Desafíos

100. Hay muchas expresiones de amor fraterno y solidaridad en nuestra comunidad arquidiocesana, que se traducen en obras de caridad entre los fieles, animados por sus pastores.

101. El individualismo que caracteriza nuestra época, dificulta la vivencia de la comunión en la familia, la parroquia, las pequeñas comunidades y los movimientos eclesiales.

102. Algunos fieles no participan ni sienten como propias las tareas pastorales de la Iglesia universal, de la Iglesia local o de sus propias comunidades.

Propuestas

103. Fomentar la espiritualidad de la comunión entre presbíteros, entre ellos y los fieles y entre los agentes de pastoral y grupos parroquiales y arquidiocesanos.

104. Seguir fomentando en cada comunidad la pastoral social en sus dimensiones de asistencia, promoción y concientización.

105. Implementar en todas las parroquias y cuasiparroquias el equipo coordinador básico, bajo la guía del presbítero.



5. LA MISIÓN

Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos (Mt 28,19)

106. El quinto aspecto del proceso formativo del discípulo misionero es la misión. «La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión. Siempre es el único e idéntico Espíritu el que convoca y une la Iglesia y el que la envía a predicar el Evangelio ‘hasta los confines de la tierra’ (Hch 1,8)» (CL 32).

Misión ad intra, misión ad extra

107. La misión que la Iglesia recibe de parte de Dios se debe ejercer en dos direcciones: una, hacia dentro de la Iglesia (missio ad intra); y la otra, hacia fuera, al mundo no cristiano (missio ad extra).

108. La misión hacia dentro de la Iglesia (missio ad intra) siempre será necesaria para que ésta pueda brillar en el mundo como lo que es, una comunidad que brota de la Trinidad, y que por lo mismo construye fatigosamente su unidad orientada y dinamizada por el mismo Dios, y que busca mantenerse unida a Cristo como el cuerpo a su cabeza, y con Él caminar hacia el Padre (Cf. Ga 2,20; Flp 1,21; 1Cor 10,16-17; Mt 10,40; Jn 20,21). A esta misión hacia el interior de la comunidad cristiana se le suele llamar trabajo pastoral, cuando se ejerce entre cristianos practicantes; ha surgido el nombre de nueva evangelización, para el trabajo que se dirige hacia aquellos cristianos que han abandonado su fe o la práctica de la misma.

109. No sólo la Iglesia, en cuanto tal, tiene una misión ad intra, sino que la tiene cada persona y cada comunidad dentro de ella. Es decir, aún un instituto cuya misión originaria sea la misión ad extra, tiene también una misión ad intra. Pero la misión de la Iglesia, de toda la Iglesia, es también hacia fuera. Esa misión hacia el mundo no cristiano indica que la Iglesia sólo es tal cuando continúa la misión de Jesús (predicar y dar testimonio del reino de Dios, sirviendo, sanando e incluyendo a todos), en nuevos tiempos y lugares (Cf. Mt 28,18-20). A esta misión entre los no cristianos se le suele llamar misión ad gentes.

110. La misión ad extra o ad gentes, tiene como destinatarios «a los pueblos o grupos humanos que todavía no creen en Cristo», «a los que están alejados de Cristo», entre los cuales la Iglesia « no ha arraigado todavía», y cuya cultura no ha sido influenciada aún por el Evangelio. Esta actividad se distingue de las demás actividades eclesiales, porque se dirige a grupos y ambientes no cristianos, debido a la ausencia o insuficiencia del anuncio evangélico y de la presencia eclesial. La Iglesia no puede ser misionera respecto a los no cristianos de otros continentes si antes no se preocupa seriamente de los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa (Cf. RM 34)

Urgencia de la misión

111. «La misión es inseparable del discipulado» (DA 278e). Por ello, los discípulos son simultáneamente misioneros, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, primer y supremo misionero, y hablando cada vez más de su Maestro y Señor «rostro humano de Dios y rostro divino del hombre» .

112. El anuncio de Jesús el Cristo: de su nombre, de su doctrina, de su vida, de sus promesas y del Reino de Dios lo puede hacer el discípulo misionero, a medida que conoce y ama a su Señor, al experimentar la necesidad de compartir con otros lo que ha transformado su vida; alegre de ir a su familia, a su comunidad y al mundo para anunciarles a Jesucristo, quien murió y resucitó por nosotros; colaborando para que el Reino de Dios se haga realidad en su ambiente propio (Cf. DA 278e).

113. Es conveniente observar, que la misión no debe entenderse como una etapa que viene después de un largo proceso de formación y comunión, ya que la misión se va realizando de diversas maneras, de acuerdo a la vocación de cada discípulo y al nivel de maduración humana y cristiana en que se encuentre (Cf. DA 278).

114. La misión es parte constitutiva de la identidad de la Iglesia llamada por el Señor a evangelizar a todos los pueblos. «Su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios» (GS 40). Por eso, la misión en la que estamos llamados a participar, según la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, consiste, ante todo, en animar la vocación misionera de los católicos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad, para que todas las comunidades se pongan en estado de misión permanente.

115. Se trata de despertar en los miembros de la Iglesia Católica que peregrina entre nosotros, la alegría y la fecundidad de ser discípulos de Jesucristo, celebrando con verdadero gozo el “estar-con-Él” y el “amar-como-Él”, para ser enviados a la misión. «No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de ‘sentido’, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!» (DA 548).

116. En este aspecto del proceso, de los discípulos misioneros, tenemos la oportunidad de vivir el encuentro con Jesucristo vivo, dentro del dinamismo de conversión personal, pastoral y eclesial, que impulsa hacia la santidad y el apostolado a todos los bautizados, en orden a atraer a quienes han abandonado la Iglesia y están lejos del influjo del evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe . El propósito fundamental es «recomenzar desde Cristo» la tarea evangelizadora y transformadora en nuestra Iglesia, «recorriendo junto a Él un camino de maduración que nos capacite para ir al encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad, de la solidaridad» .

117. En la realización de la urgente tarea misionera, todos estamos llamados a reconocer y seguir la presencia de Cristo «con el mismo realismo y novedad, el mismo poder de afecto, persuasión y esperanza, que tuvo su encuentro con los primeros discípulos a las orillas del Jordán, hace 2000 años, y con los ‘Juan Diego’ del Nuevo Mundo. Sólo gracias a ese encuentro y seguimiento, que se convierte en familiaridad y comunión, por desborde de gratitud y alegría, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y salimos a comunicar a todos la vida verdadera, la felicidad y esperanza que nos ha sido dado experimentar y gozar» (DA 549).

Decálogo de la misión

1) Entusiasmo interior.

2) Confianza plena en el Señor.

3) Continuidad en los procesos.

4) Firmeza ante la adversidad.

5) Constancia para llevar nuestras naves mar adentro.

6) Creatividad, para encontrar respuestas adecuadas a los desafíos.

7) Disponibilidad a repensar y reformar algunas estructuras pastorales.

8) Espiritualidad de la comunión.

9) Audacia misionera.

10) Apertura a la acción del Espíritu Santo .



Desafíos

118. Muchas comunidades han entrado en un proceso de renovación parroquial; sin embargo, algunas todavía permanecen en una pastoral de conservación, carentes de espíritu misionero.

119. Hacen falta más laicos convenientemente preparados. Muy pocos decanatos tienen escuelas de formación de agentes.

Propuestas

120. Continuar el proceso de revisión para renovar las estructuras pastorales para que sean esencialmente misioneras.

121. Que cada decanato, a ser posible, cuente con su escuela de formación de agentes.

122. Tener estima e insertar en la pastoral diocesana y parroquial los movimientos laicales que han recibido el reconocimiento de la Santa Sede como dones y bienes para la Iglesia Universal (DA 313).

123. Formar cristianos laicos capaces de asumir la propia responsabilidad política y social, mediante el conocimiento adecuado de la Doctrina Social de la Iglesia.



Objetivo principal





















Método































Se trata de un método eficaz



















Aspectos del proceso formativo

































Definición del kerigma





































Primer aspecto del proceso

























Sabor kerigmático y testimonial

































¿Quién anuncia el kerigma?

















El kerigma, hilo conductor del proceso



















Encuentro con Jesucristo

















































¿Dónde podemos encontrar a Jesucristo?

























Fe e Iglesia































Sagrada Escritura,

Conocerla

y vivirla

























Lectio Divina













¿Qué es la liturgia?















Presencias de Jesús en la liturgia



















Eucaristía,

Luz que orienta la vida del cristiano























Misa dominical



















Eucaristía bien preparada









para el encuentro con Jesucristo











Perdón de los pecados























¿Quién perdona los pecados?















¿Qué es orar?





















Los pequeños







































Tarea de los papás, para que su familia sea un lugar de encuentro con Jesucristo

















































Maneras de manifestar la fe















Piedad popular

«precioso tesoro de la Iglesia».











































Espacio propicio para el encuentro con Jesucristo.



























La presencia de María en nuestra Iglesia



























Prácticas marianas





























Nuestros mártires













































































































































Conversión, primer fruto del encuentro con Cristo









El pecado

y la reconcilia-ción



































Ejemplos de conversión en el Nuevo Testamento













































¿Qué es la conversión pastoral?



















Conversión pastoral y espiritualidad de comunión





























Recomen-zar desde Cristo





















































































Tercer aspecto del proceso formativo















Discipulado en el Evangelio de Mateo



















Discipulado en el Evangelio de Marcos















































Formación del discípulo misionero

















Experiencia de Dios























La

madurez es imprescin-dible

























Dar razón de nuestra fe y nuestra

esperanza

































Anunciar a Cristo







































Formación continua y gradual































Nuevo entusiasmo, nuevos métodos y expresiones





















Kerigma e inicio del discipulado

























Reconcilia-ción y Eucaristía









































































Caridad pastoral al interno del presbiterio



































Sacerdotes mayores, enfermos, atribulados y jóvenes















Presbíteros-discípulos













































































Pastoral vocacional, responsabilidad de todos











































Modelos concretos





























































¿Qué es la comunión?

























La comunión jerárquica

























































































Seguimien-to de Cristo en comunidad

























































Familia, escuela de comunión























Parroquia, reflejo de la comunión trinitaria













































Pequeña comunidad eclesial, medio privilegiado para la fraternidad y evangelización













































Movimien-tos eclesiales, regalo del Espíritu Santo









Cercanía para los alejados

























Reconoci-dos por la Santa Sede





































































































Comunión y misión

































La misión de la Iglesia











Misión al interno de la Iglesia

































Misión entre los no creyentes

































La evangeliza-ción de los pueblos







































La misión, inseparable del discipulado











Necesidad de compartir con otros





















No es una etapa aislada















Animar la vocación misionera

































Nuevo Pentecostés

































«Recomen-zar desde Cristo»







































Salir de la conciencia aislada y comunicar a todos la vida



























Decálogo de la misión





















II PARTE

LA EUCARISTÍA, FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA CRISTIANA





124. En el proceso de formación y vivencia del discípulo misionero, la Santa Eucaristía es la fuente y cumbre de todo su ser y quehacer. Por ello, en el Plan Diocesano de Pastoral ocupa el corazón de toda la propuesta (Cf. LG 11).

1. LA EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE CREER

La Eucaristía misterio

125. El anuncio de la Palabra de Dios, suscita en el creyente la fe, la cual se alimenta y se desarrolla por la participación en los Sacramentos, especialmente en el banquete Eucarístico. De modo que, la Eucaristía «es el compendio y suma de nuestra fe» (CEC 1327), así se convierte en centro de la vida de la Iglesia, pues «cuanto más viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios, más profunda es su participación en la vida eclesial a través de la adhesión consciente a la misión que Cristo ha confiado a sus discípulos» (SCa 6). Con el fin de recoger con mayor abundancia los frutos, que el 48º Congreso Eucarístico Internacional dejó en nuestra Arquidiócesis, es necesario profundizar en el misterio de fe, contenido en el Sacramento del Altar.

La Eucaristía y la Santísima Trinidad

126. El Santo Padre nos recuerda que «la primera realidad de la fe eucarística es el misterio mismo de Dios, el amor trinitario» (SCa 7). El Padre envía a su Hijo para salvarnos y hacernos partícipes del amor divino, aquí radica el principio fundamental del don divino. El Hijo eterno del Padre personalmente se entrega por nosotros, y es el mismo Dios Padre que nos da a su Hijo querido como pan de vida (Cf. SCa 7). Nosotros gratuitamente entramos en comunión con la Santísima Trinidad, participamos de verdad en la intimidad divina, se nos comunica la misma vida divina en el don de la Eucaristía. Por lo que «la Iglesia con obediencia fiel, acoge, celebra y adora este don. El “misterio de la fe” es misterio del amor trinitario, en el cual por gracia, estamos llamados a participar» (SCa 8).

127. La misión de Cristo se cumple en el Misterio Pascual, en el que se realiza el Sacrificio redentor del Señor, que instaura la nueva Alianza, auténtica liberación del mal y de la muerte, así «Jesús es el verdadero cordero pascual que se ha ofrecido espontáneamente a sí mismo en sacrificio por nosotros, realizando así la nueva y eterna alianza. La Eucaristía contiene en sí esta novedad radical, que se nos propone de nuevo en cada celebración» (SCa 9).

128. Jesús instituye la Eucaristía en el marco de la cena ritual judía que conmemoraba la liberación de la esclavitud de Egipto. Se hacía memoria del acontecimiento sucedido, pero al mismo tiempo se anunciaba la liberación futura, que Dios realizaría en la plenitud de los tiempos, al romper las cadenas del pecado y de la muerte. En este contexto, se introduce la novedad radical del sacrificio de Cristo: «Al instituir el sacramento de la Eucaristía, Jesús anticipa e implica el Sacrificio de la cruz y la victoria de la resurrección» (SCa 10). El antiguo rito de la pascua judía, se ha cumplido y ha sido superado definitivamente, la figura cede paso a la realidad, Cristo nos hace gratuitamente el don de su amor y nos manda representarlo sacramentalmente, como memorial de su entrega en la Eucaristía, «novedad radical del culto cristiano» (SCa 11).



129. a) La Iglesia, obediente al mandato del Señor, está llamada a celebrar todos los días, el Banquete Eucarístico, en el cual, el sacrificio redentor se hace presente sacramentalmente «a hombres de toda raza y cultura» . Para cumplir con el mandato divino, la Iglesia cuenta con la asistencia especial del Espíritu Santo, que desempeña un papel decisivo en el desarrollo de la forma litúrgica y en la profundización del misterio (Cf. SCa 12).

b) Es el Espíritu Santo, que en la celebración de la Eucaristía, prepara a los fieles a recibir a Cristo (Cf. CEC 1093-1098), recuerda el misterio de Cristo (Cf. CEC 1099-1103), también «junto con las palabras pronunciadas por Cristo en la última Cena, contiene la epíclesis, como invocación al Padre para que haga descender el don del Espíritu a fin de que el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y la sangre de Jesucristo, y para que ‘toda la comunidad sea cada vez más cuerpo de Cristo’.

c) El Espíritu, que invoca el celebrante sobre los dones del pan y el vino puestos sobre el altar, es el mismo que reúne a los fieles ‘en un sólo cuerpo’, haciendo de ellos una ofrenda espiritual agradable al Padre» (SCa 13; Cf. CEC 1104-1109).

Eucaristía e Iglesia

130. a) La contemplación del costado traspasado de Cristo, nos invita a considerar la unión causal entre el sacrificio de Cristo, la Eucaristía y la Iglesia (Cf. SCa 14), «los gestos y las palabras de Jesús en la última Cena fundaron la nueva comunidad mesiánica, el Pueblo de la Nueva Alianza» (EE 21). Pues la Iglesia vive de la Eucaristía, en la que, «al unirse a Cristo, en vez de encerrarse en sí mismo, el Pueblo de la nueva Alianza se convierte en ‘sacramento’ para la humanidad, signo e instrumento de la salvación, en obra de Cristo, en luz del mundo y sal de la tierra (Cf. Mt 5, 13-16), para la redención de todos.

b) La misión de la Iglesia continúa la de Cristo: ‘Como el Padre me envió, también yo os envío’ (Jn 20, 21). Por tanto, la Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión perpetuando en la Eucaristía el sacrificio de la Cruz y comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo» (EE 22). La Eucaristía edifica a la Iglesia como misterio de comunión, de acuerdo al deseo del Señor (Cf. Jn 17, 21). Es necesario ser conscientes de cuán exigente es la comunión que Jesús nos pide. Es Comunión Jerárquica como se recuerda en las intercesiones de la Plegaria Eucarística y es Comunión Fraterna, cultivada por una «espiritualidad de comunión» que nos lleva a sentimientos recíprocos de apertura, afecto, comprensión y perdón (Cf. MND 21).

Eucaristía y Sacramentos

131. La relación que existe entre la Eucaristía y los demás Sacramentos (Cf. PO 5), se comprende cuando entendemos la naturaleza de la Iglesia como Sacramento: «El hecho de que la Iglesia sea ‘sacramento universal de salvación’ muestra cómo la ‘economía’ sacramental determina en último término el modo como Cristo, único Salvador, mediante el Espíritu llega a nuestra existencia en sus circunstancias específicas» (SCa 16). Por medio de los Sacramentos se comunica la gracia y capacita a los fieles a ofrecer el Culto Espiritual. Así cumple la misión que el Señor le encomendó: Anunciar la Palabra de Salvación y santificar por medio de la celebración sacramental (Cf. Mt 28, 20), todo esto con el objetivo de establecer entre los hombres y Dios los vínculos de unidad y llevar a «perfección la comunión con Dios Padre, mediante la identificación con el Hijo, por obra del Espíritu Santo (Cf. EE 34). A continuación se recuerda la íntima relación que existe entre los Sacramentos y el Misterio Eucarístico:

132. a) En el camino de la Iniciación Cristiana, el creyente se inserta en el misterio pascual de Cristo, por el Bautismo, puerta de todos los Sacramentos, se hace Hijo de Dios y miembro vivo de la Iglesia; por la Confirmación, marcado con el sello del Espíritu Santo, da testimonio de Cristo ante el mundo; al participar en la Eucaristía, recibe la vida eterna y unido a Cristo ofrece a Dios el Sacrificio agradable (Cf. RICA, Introducción General 2).

b) De la Eucaristía, los Sacramentos de la Iniciación Cristiana toman su pleno significado y su razón de ser: por la Eucaristía y en vista a la participación en la Eucaristía, la Iglesia acoge al creyente en el Bautismo y le confiere la plenitud del Espíritu Santo en la Confirmación . Esto implica en la acción pastoral una visión unitaria en el proceso de Iniciación Cristiana y en el orden de los sacramentos de la iniciación (Cf. SCa 17-18). Es un camino de conversión que se recorre con la ayuda de Dios y el apoyo de la Iglesia. Hay que subrayar la relación que la Iniciación Cristiana tiene con la Familia cristiana: «Recibir el Bautismo, la Confirmación y acercarse por primera vez a la Eucaristía, son momentos decisivos no sólo para la persona que los recibe sino también para toda la familia, la cual ha de ser ayudada en su tarea educativa por la comunidad eclesial, con la participación de sus diversos miembros» (SCa 19).

133. Hay un vínculo estrecho entre la Eucaristía y el Sacramento de la Reconciliación, que debe ser valorado con el máximo interés tanto en la celebración como en la catequesis. La situación actual, que ha llevado a la pérdida del sentido del pecado, favorece la actitud superficial de los fieles, que olvidan la necesidad de estar en gracia de Dios antes de comulgar. En este sentido conviene aprovechar los momentos, en la Santa Misa, que tienen este matiz penitencial. Esta relación entre Eucaristía y Reconciliación nos lleva a recordar la dimensión comunitaria del pecado, que siempre causa una herida en la comunión eclesial, por lo que también para restablecer esta comunión se urge la Reconciliación sacramental (Cf. SCa 20). De aquí se desprenden algunas observaciones de índole pastoral: Fomentar la confesión frecuente; dedicación de los sacerdotes a la administración del Sacramento de la Reconciliación y que los confesionarios estén bien ubicados, evitar abusos en la absolución general y una praxis adecuada de la Indulgencia (Cf. SCa 21).

134. La Unción de los Enfermos es el Sacramento que Cristo ha instituido, para aliviar al enfermo en el momento de prueba y para animarlo a que se una libremente a la pasión y muerte de Jesucristo, en bien de su cuerpo que es la Iglesia (Cf. CEC 1499). También la relación entre la Eucaristía y Unción de los Enfermos se muestra en el momento en que se agrava el enfermo, al que además de la Unción se ofrece la Eucaristía como Viático (Cf. SCa 22). De aquí se desprende la necesidad de una adecuada atención pastoral a los Enfermos de cada comunidad. De modo particular, hay que fortalecer esta atención pastoral en los hospitales y la que se brinda por medio de SANE.

135. El mandato de Cristo: «Haced esto en conmemoración mía» (Lc 22, 19), señala la misión que recibe la Iglesia de prolongar en el tiempo el misterio de su entrega amorosa en el Sacramento de la Eucaristía y la fundación del Sacerdocio de la Nueva Alianza. Esto invita a reflexionar en algunos valores sobre la relación entre la Eucaristía y el Orden Sagrado. Esta unión se hace visible en la Misa presidida por el Obispo o Presbítero in persona Christi capitis –en la persona de Cristo como cabeza- (Cf. SCa 23), es decir, «en la identificación específica sacramental con el Sumo Sacerdote, que es autor y sujeto principal de su propio sacrificio, en el que, en verdad no puede ser sustituido por nadie» (EE, 29). De modo que, el Sacerdote ordenado realiza como representante de Cristo el Sacrificio Eucarístico y lo ofrece a Dios en nombre de todo el pueblo (Cf. EE, 28).

El sacerdote debe abandonar todo afán de protagonismo personal, ser signo de la presencia de Cristo, servidor y dócil instrumento en sus manos. La actitud de fondo es «la humildad con la que el sacerdote dirige la acción litúrgica, obedeciendo y correspondiendo con el corazón y la mente al rito, evitando todo lo que pueda dar la sensación de un protagonismo inoportuno» (SCa 23). La celebración litúrgica es un humilde servicio a Cristo y a su Iglesia y expresión del amor cristiano.

136. Ante la escasez de sacerdotes, hay que implementar iniciativas pastorales que favorezcan en los jóvenes la apertura interior a la vocación sacerdotal, que no falte un adecuado discernimiento vocacional y que los candidatos cumplan los requisitos necesarios para el servicio sacerdotal. Se debe educar a la familia para que se abra con generosidad a la vida y eduque humana y cristianamente a los hijos facilitándoles así estar disponibles a la voluntad de Dios; proponer a los mismos jóvenes el atractivo de la radicalidad del seguimiento de Cristo (Cf. SCa 25). Es oportuno recoger las acciones propuestas por los Obispos en el Sínodo sobre la pastoral vocacional (Cf. XI Sínodo, Prop. 12): Constituir grupos de Monaguillos con el acompañamiento vocacional adecuado. No está de más el recordar que, un número significativo de los alumnos del Seminario han sido monaguillos, esta es la razón de la disposición dada por el Obispo de que estos grupos de servidores del altar sean varones (Cf. Circular Indicaciones sobre el Servicio del Altar 47/94). La difusión de la adoración Eucarística por las vocaciones y el buen testimonio de los sacerdotes es un medio para motivar a los jóvenes a seguir a Cristo.

137. Existe también una peculiar relación de la Eucaristía con el Sacramento del Matrimonio, pues toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia, además la Eucaristía corrobora la unidad y el amor indisoluble del Matrimonio cristiano. La familia tiene una gran relevancia sobre todo en su papel con respecto a la educación de los hijos (Cf. SCa 27). Al vínculo fiel e indisoluble de Cristo con su Iglesia, expresado en la Eucaristía, corresponde la unión definitiva del hombre con una sola mujer (SCa 28); unión santa que es indisoluble y permanente.

Se necesita una atención pastoral eficaz a los divorciados vueltos a casar, sabiendo que no pueden ser admitidos a los sacramentos, por ser en su vida una contradicción a la unión de amor entre Cristo y su Iglesia, que se actualiza en la Eucaristía. Los divorciados vueltos a casar pueden participar en la Misa (sin comulgar) y en la adoración al Santísimo, escuchar la Palabra de Dios, hacer oración, ejercer la caridad y educar cristianamente a los hijos (Cf. FC 82-84; SCa 29).

Eucaristía y escatología

138. En el Sacramento de la Eucaristía, pregustamos el cumplimiento escatológico de la plenitud de Cristo, vencedor del pecado y de la muerte. Por lo que «el banquete Eucarístico es para nosotros anticipación real del banquete mesiánico, anunciado por los profetas y descrito en el Nuevo Testamento como las bodas del cordero (Ap 19, 7-9), que se ha de celebrar en la alegría de la comunión de los santos» (SCa 31; Cf. Is 25,6ss.), esta verdad también es recordada en el Catecismo de la Iglesia Católica cuando afirma: «De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habitará la justicia (Cf. 2Pe 3,13), no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto que la Eucaristía. En efecto, cada vez que se celebra este misterio, ‘se realiza la obra de nuestra redención’ (LG 3) y ‘partimos un mismo pan que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre’ (S. Ignacio de Antioquía, Eph 20,2)» (CEC 1404). Asímismo es importante en este sentido la oración de sufragio que se hace por los fieles difuntos (Cf. SCa 32).

Eucaristía y Virgen María

139. María es «mujer Eucarística» con toda su vida, la Iglesia ha de imitarla también en su relación con este Misterio (Cf. EE 53). La Virgen María manifiesta la perfecta realización del modo sacramental con que Dios, se acerca e implica a la creatura humana: la entrega humilde de su libertad, disponible a la voluntad de Dios; la fe obediente, que la lleva a ser la primera discípula de Cristo, la que intrépida se mantiene de pie junto a la cruz, por eso, cada vez que nos acercamos al Cuerpo y Sangre de Cristo, nos dirigimos también a Ella, que adhiriéndose al sacrificio de Cristo, lo ha acogido para toda la Iglesia (SCa 33).

Desafíos

140. Constatamos con agrado que muchos fieles de nuestra Arquidiócesis frecuentan la Eucaristía, asistiendo a Misa, comulgando o en la adoración al Santísimo.

141. Notamos, sin embargo, en las nuevas generaciones ignorancia e indiferencia en relación a las cosas de la Fe y a la Eucaristía.

142. Algunos fieles se acercan a los Sacramentos no buscando un verdadero encuentro con Cristo, sino más bien para celebrar un evento social.



Propuestas

143. Mantener y acrecentar la fe y el amor que los fieles tienen a Jesús Eucaristía.

144. Dar realce a la Eucaristía en la catequesis de niños, adolescentes y jóvenes.

2. LA EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE CELEBRAR

145. a) Hay una relación muy estrecha entre la fe Eucarística y la celebración, «es necesario vivir la Eucaristía como misterio de fe celebrado auténticamente, teniendo conciencia clara de que ‘el intellectus fidei está originariamente siempre en relación con la acción litúrgica de la Iglesia’ […] la fuente de nuestra fe y de la liturgia eucarística es el mismo acontecimiento: el don que Cristo ha hecho de sí mismo en el Misterio Pascual» (SCa 34).

b) En esta relación se manifiesta de un modo especial el valor teológico y litúrgico de la belleza, pero no se trata ni del puro esteticismo ni de una simple armonía de formas (Cf. MD 35), sino del modo en que nos cautiva la verdad del amor de Dios en Cristo, llevándonos hacia nuestra verdadera vocación, que es el amor, en concreto el amor de Dios revelado en el Misterio Pascual (Cf. SCa 35).

La celebración eucarística, obra del «Cristo total»

146. a) Porque existe unidad profunda entre Cristo y la Iglesia, pues en la Eucaristía, el Señor nos asimila a sí mismo (Cf. SCa 36-37), por eso «La celebración de la Misa, como acción de Cristo y del pueblo de Dios, ordenado jerárquicamente, es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia universal y local y para todos los fieles individualmente» (IGMR, 16). Se trata de una «acción del Cristo total [Christus totus]» (CEC, 1136), o sea, Cristo y su Iglesia íntimamente unidos (Cf. CEC, 795).

b) En primer lugar, la Eucaristía es acción de Cristo, es comunicación de los frutos del misterio pascual en la celebración de la Liturgia sacramental de la Iglesia, (Cf. CEC, 1076). En segundo lugar, la Misa es acción del Pueblo de Dios, que íntimamente unido a su cabeza, que es Cristo, ofrece al Padre el sacrificio perfecto (Cf. CEC, 1140). La asamblea que celebra es toda la comunidad de los bautizados y dentro de la misma comunidad, algunos son elegidos y consagrados por el Sacramento del Orden, que los hace aptos para actuar en representación de Cristo Cabeza (Cf. CEC, 1141-1142).



El «arte de celebrar»

147. El Ars Celebrandi es el arte de celebrar rectamente y a él corresponde la Participación Activa (Cf. SCa 52-63). Este es el primer modo con que se ayuda a la participación del pueblo de Dios. Tiene su fuente más pura en la obediencia fiel a las normas litúrgicas en su plenitud, pues así se asegura la fe de los creyentes, ya que están llamados a vivir la celebración como Pueblo de Dios, sacerdocio real, nación santa (Cf. SCa 38). Consideramos, a continuación cuatro elementos básicos del verdadero arte de celebrar:

a) Para llevar a cabo este arte de celebrar, destaca el papel imprescindible del Obispo, Sacerdotes y Diáconos, los cuales tienen como deber principal la celebración de los divinos misterios. Destaca de manera peculiar el Obispo, que es ante todo guía, promotor, custodio de la vida litúrgica en su Arquidiócesis, ya que, por la comunión con él, es legítima toda celebración, también es el liturgo de su propia Iglesia. Por lo que tiene la tarea de salvaguardar la unidad de las celebraciones de su Iglesia local. Debe velar por la formación de los presbíteros, diáconos y fieles, para que comprendan el sentido auténtico de los ritos y textos litúrgicos. Además de realizar celebraciones modélicas en su catedral con pleno respeto al Ars celebrandi (Cf. SCa 39).

b) El respeto a las Normas Litúrgicas es fundamental en el arte de celebrar, se trata de dos aspectos que están íntimamente ligados y que componen el llamado Proyecto Ritual de la celebración litúrgica: Los Libros Litúrgicos y los Signos y Gestos Litúrgicos. Estos elementos favorecen lo ‘sacro’ y en el uso de las formas exteriores se educa para adquirir el sentido de lo sagrado. Los Libros Litúrgicos «son textos que contienen riquezas que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de Dios a lo largo de dos milenios de historia» y en la sencillez de los gestos y la sobriedad de los signos, realizados en el orden y en los tiempos previstos, comunican y atraen más que añadiduras inoportunas (Cf. SCa 40).

c) La profunda relación que existe entre la belleza y la liturgia, lleva a subrayar que, las expresiones artísticas deben estar al servicio de la celebración. La arquitectura sacra tiene el objetivo de ofrecer el espacio apto para el desarrollo adecuado de la celebración litúrgica. La Iconografía religiosa debe orientarse a la mistagogía sacramental (Cf. SCa 41).

d) Con el fin de favorecer la participación activa, el pueblo de Dios canta alabanzas al Señor. Hay que velar porque no se pierda el patrimonio musical, teniendo en cuenta que no todos los cantos sirven para la celebración: hay que evitar la fácil improvisación e introducción de géneros musicales no respetuosos del sentido de la liturgia. El canto debe estar en consonancia con la identidad propia de la celebración. Todo ha de corresponder al sentido del misterio, a las partes del rito y al tiempo litúrgico. Por último, hay que valorar el canto gregoriano como propio de la liturgia romana (Cf. SCa 42).

Estructura de la celebración eucarística

148. Siendo la Eucaristía el don más precioso que posee la Iglesia, presencia salvadora de Cristo y alimento espiritual (Cf. EE, 9.11), debe ser realizada bien (Cf. MND, 17), pues es misterio de fe celebrada, que a través de los signos sensibles y acciones rituales, ejerce el culto agradable al Padre y efectúa la santificación de los hombres (Cf. SC, 7). Es conveniente llamar la atención sobre algunos elementos de la estructura de la celebración eucarística, que ahora requieren especial atención, con el fin de «ser fieles a la intención profunda de la renovación litúrgica deseada por el Concilio Vaticano II, en continuidad con toda la gran tradición eclesial» (SCa 43).

149. Hay que resaltar la unidad intrínseca del rito de la Misa, evitando que en la catequesis y en el modo de celebrar, se dé lugar a la fragmentación, pues la celebración de la Eucaristía consta de dos partes: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia Eucarística, tan estrechamente unidas entre sí, que constituyen un solo acto de culto (Cf. SC, 56), ya que en ella se dispone la Mesa, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, en la que los fieles encuentran instrucción y alimento. (Cf. IGMR, 28; DV, 21; OLM, 10; CEC, 1346; Inst. EM 10; Juan Pablo II, DC, 10-11). Estas dos Mesas en las que el pueblo de Dios recibe alimento espiritual (Cf. SCa 44), están íntimamente ligadas, formando un solo acto de culto, de modo que, no podremos encontrar la plena celebración de la Misa, si falta una de ellas y, por lo mismo, no es lícito separar una de la otra o celebrarlas en tiempos o lugares distintos (Cf. RS, 60).

150. Liturgia de la Palabra (Cf. SCa, 45): Es un momento importante dentro de la celebración en la que Cristo mismo habla a su pueblo, y Cristo presente en su Palabra, anuncia el Evangelio. Razón por la cual debe prepararse y vivirse de la mejor manera. Es urgente preparar: Lectores bien instruidos que proclamen con claridad y devoción la Palabra de Dios; breves Moniciones que ayuden a la comprensión; la asamblea ha de escuchar y acoger con espíritu de fe la Palabra divina. Hay que propiciar el conocimiento y estudio de la Palabra con el fin de apreciar, celebrar y vivir mejor la Eucaristía. En fin, se ha de ayudar a los fieles a descubrir los tesoros del Leccionario, mediante la Lectio Divina, la celebración de la Liturgia de las Horas: Laudes, Vísperas, Completas y Vigilias.

151. a) La Homilía (Cf. SCa 46): Debido a la importancia de la Palabra de Dios, se requiere mejorar la calidad de la Homilía. Es una parte integrante de la acción litúrgica a la que se le debe prestar una atención muy esmerada y es una de las tareas del ministerio ordenado. Prepararla con cuidado y basándose en un conocimiento adecuado de la Biblia. Establecer la relación con la celebración sacramental y con la vida de la comunidad. Partiendo del Leccionario, es posible predicar Homilías Temáticas que sigan el Catecismo de la Iglesia Católica.

b) Se debe hacer homilía en los domingos y fiestas de precepto, y está vivamente recomendada para las ferias de adviento, cuaresma y pascua, además en las ocasiones en que participa un gran número de fieles en la celebración (Cf. IGMR, 66; OLM, 25; CIC, c. 767, § 2-3). «La homilía la tendrá ordinariamente el sacerdote celebrante o será encomendada por él al sacerdote concelebrante, o a veces, si es oportuno, también al diácono, pero nunca a un laico» (IGMR, 66; Cf. CIC, c. 767, § 1; OLM, 24; RS, 64-66).

152. Presentación de las Ofrendas (Cf. SCa 47): No se trata de un simple intervalo entre la Liturgia de la Palabra y la Eucarística. Este gesto tiene un sentido muy importante: en el pan y el vino que llevamos al altar toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y presentada al Padre. Por lo que hay que evitar en este momento añadiduras superfluas y que nada tienen que ver con llevar los dones al altar. La reforma litúrgica ha restaurado la antigua procesión de los fieles que llevan al altar los dones. Esta procesión de ofrendas es acompañada por un canto adecuado, lo que excluye cualquier tipo de monición o de explicación de los dones que se presentan.

153. Plegaria Eucarística (Cf. SCa 48): Es el centro y cumbre de toda la celebración, su importancia merece subrayarse adecuadamente, todas ellas son fruto de la tradición eclesial viva. Es necesario introducir a los fieles en la riqueza teológica y espiritual inagotable de la Plegaria Eucarística y ofrecer adecuada catequesis sobre los elementos fundamentales de la Plegaria Eucarística (Cf. IGMR 78-79). La Espiritualidad Eucarística y la Teología se iluminan al contemplar la unidad de la Anáfora, entre la invocación al Espíritu Santo (epíclesis) y el relato de la Institución, «se realiza el sacrificio que Él mismo instituyó en la Última Cena» (IGMR 79d).

154. El Rito de la Paz (Cf. SCa 49): En la actualidad ha adquirido especial relevancia, debido al deseo de la paz que está en el corazón del hombre, por lo que se comprende la intensidad con que se vive en la misma celebración. Sin embargo, hay que moderar este gesto, para mantener un clima adecuado de recogimiento antes de comulgar, dando la paz sólo a los más cercanos.

155. Distribución y Recepción de la Eucaristía (Cf. SCa 50): Los ministros deben hacer lo posible para que el gesto, en su sencillez, corresponda a su valor de encuentro personal con el Señor en el Sacramento. Por lo que se debe cuidar el tiempo precioso de acción de gracias después de comulgar (Cf. IGMR 164). En circunstancias especiales, conviene recordar el sentido de la comunión sacramental y las condiciones para recibirla. En situaciones en que no se garantice una claridad sobre el sentido de la Eucaristía, se ha de considerar la conveniencia de sustituir la Eucaristía por una celebración de la Palabra de Dios.

156. Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión: Hay que recordar las normas dadas anteriormente (Cf. RS 154-160): Los ministros ordinarios son el Obispo, el Presbítero y el Diácono, a los que corresponde administrar la Eucaristía. Los Ministros Extraordinarios de la Comunión, intervienen si lo exige una verdadera necesidad pastoral: En ausencia de los Ministros Ordinarios, o cuándo éstos se encuentran impedidos, o es tan grande el número de los fieles que se acercan a la Comunión. El Acólito Instituido es el primero entre los Ministros Extraordinarios de la Comunión (Cf. CIC c. 910 § 2; IGMR 98; RS 155). El Obispo diocesano es el que delega por un tiempo determinado, a los laicos y religiosos debidamente preparados y presentados por la Escuela Diocesana de Ministros Extraordinarios de la S. Comunión.

157. Despedida: «Ite missa est» (Cf. SCa 51): En este rito podemos apreciar la relación que existe entre la Misa celebrada y la misión de la Iglesia en el mundo. El Siervo de Dios Juan Pablo II nos recuerda: «La despedida al finalizar la Misa es una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación cristiana de la sociedad» (MND 24).

La participación activa

158. a) El Concilio Vaticano II se preocupó por fomentar la participación activa del pueblo en la celebración. En ello se busca que tanto los ministros sagrados y los fieles, participen cada uno según su condición, y reciban los frutos que quiere dar Cristo al instituir el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre, memorial de su misterio pascual (Cf. IGMR, 17). Por lo tanto, hay que disponer la misma celebración para que favorezca la consciente, activa y plena participación de los fieles, es decir, esa participación de cuerpo y alma, ferviente de fe, esperanza y caridad, que la Iglesia desea y a la que tiene derecho y deber el pueblo cristiano por su bautismo (Cf. SC, 14; IGMR, 18).

b) No se puede negar que se han dado notables progresos en este sentido. Sin embargo, hay que dejar claro que al hablar de la participación activa no se trata de una simple actividad externa durante la celebración, sino más bien hay que comprenderla en términos más sustanciales, partiendo de una toma de conciencia del misterio que se celebra y su relación con la vida cotidiana del cristiano. Como bien indica el Concilio: los fieles «instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos» (SC 48; Cf. SCa 52).

c) En este sentido, la belleza y armonía de la celebración se manifiestan en el orden con el cual cada uno está llamado a participar activamente (Cf. SCa 53). Hay que reconocer diferentes funciones jerárquicas implicadas y cada uno debe hacer lo que le corresponde (Cf. SC 28; CEC, 1144; RS, 43-47).

159. Hay que distinguir con claridad las funciones que corresponden a cada uno en la comunión eclesial. El Sacerdote que preside tiene tareas específicas que le son asignadas en virtud de que «él representa a Jesucristo cabeza de la Iglesia y, en la manera que le es propia, también a la Iglesia misma» (SCa 53). Es auxiliado por el Diácono, que tiene funciones específicas en la celebración (Cf. IGMR 94) y existen otros ministerios litúrgicos que desempeñan religiosos y laicos bien preparados (Cf. IGMR 98-107).

160. Existen condiciones personales de cada uno para una fructuosa participación (Cf. SCa 55), que podemos enunciar de la siguiente manera: Se ha de cultivar un verdadero espíritu de conversión continua, favorecido por el recogimiento y silencio antes de la liturgia. Ayuno y cuando sea necesario la confesión sacramental. No puede haber participación activa sino se toma al mismo tiempo parte activa en la vida eclesial en su totalidad y su proyección adecuada en la sociedad. Obviamente la participación plena se da en la Comunión sacramental, evitando un «cierto automatismo» entre los fieles que lleve a comulgar no estando adecuadamente preparados. En ocasiones no es posible recibir la Comunión sacramental, sin embargo, la participación en la Misa sigue siendo necesaria, válida, significativa y fructuosa.

161. a) En este contexto de la participación activa, conviene tener en cuenta algunas circunstancias especiales, en las que hay que tener cuidado que se llegue a una fructosa participación: La difusión de la Celebración Eucarística a través de los Medios de Comunicación Social, requiere agentes de pastoral bien capacitados y la realización de celebraciones verdaderamente ejemplares, en cuanto al respeto de las normas litúrgicas, lugares dignos y bien preparados (Cf. SCa 57).

b) Exquisito cuidado pondrán los sacerdotes al procurar la participación frecuente de los enfermos, ancianos y discapacitados en la Comunión sacramental (Cf. SCa 58), además de aquellos que se encuentran privados de la libertad (Cf. SCa 59). También hay que prestar atención a los emigrantes (Cf. SCa 60).

c) «En el tránsito de esta vida, el fiel, robustecido con el viático del Cuerpo y Sangre de Cristo, se ve protegido por la garantía de la resurrección» (RUE 26; Cf. CEC 1524). Están obligados a recibirlo todos los fieles que están en peligro de muerte. Los sacerdotes tienen la grave obligación de que no se difiera la administración del viático y han de instruir a los fieles para que lo soliciten (Cf. RUE 27). En caso de peligro de muerte, los Ministros Extraordinarios avisarán al Sacerdote para que administre oportunamente los Sacramentos al enfermo.

162. Las Grandes Concelebraciones (Cf. SCa 61): Se les reconoce el valor que tienen, sobre todo cuando es el Obispo el que preside, rodeado de su Presbiterio y con la participación de los diferentes ministerios y numerosa afluencia del pueblo de Dios. Las grandes concelebraciones tendrán un carácter excepcional y estarán limitadas a situaciones extraordinarias, en lugar conveniente y evitando, en lo posible, toda clase de dispersión. Requieren de una cuidadosa preparación y coordinación, así como de suficientes vasos sagrados y demás utensilios.

163. Lengua Latina (Cf. SCa 62): Es una manera de resaltar la unidad y universalidad de la Iglesia, por lo que se dan las siguientes disposiciones:

a) Grandes celebraciones internacionales: Usar el latín, exceptuando las lecturas, la homilía y la Oración de los fieles (Cf. SC 36).

b) Se prepare a los Seminaristas para comprender y celebrar la Misa en latín y ejecutar el canto Gregoriano.

c) Los Fieles conozcan las oraciones más comunes en latín y que puedan cantar algunas partes en Gregoriano, por ejemplo, Señor ten piedad, Gloria, Credo, Santo, Padre Nuestro y Cordero de Dios.

Para la celebración de la Eucaristía, según el Misal Romano de San Pío V y publicado en 1962 por el Beato Juan XXIII, hay que atenerse a las disposiciones del Papa Benedicto XVI, en el Motu Proprio Summorum Pontificum y la Carta a los Obispos para presentar el Motu Proprio, del 7 de julio de 2007.

164. Celebraciones Eucarísticas en pequeños grupos (Cf. SCa 63): Son distintas las circunstancias que permiten las celebraciones en pequeños grupos, para lograr una participación más consciente, activa y fructuosa. Estos son los criterios a los que hay que atenerse: han de estar en armonía con el proyecto pastoral de la Arquidiócesis; han de servir para unir a la comunidad parroquial, no para fragmentarla; deben ser evaluadas en la praxis concreta; han de favorecer la participación fructuosa de la asamblea; se ha de cuidar la dignidad del lugar y el carácter sacro de la celebración.

La celebración participada interiormente

165. Es sumamente importante que a la participación activa corresponda, también, la asimilación personal del misterio celebrado, mediante «el ofrecimiento a Dios de la propia vida, en unión con el sacerdocio de Cristo por la salvación del mundo entero» (SCa 64). Es necesario cultivar la Catequesis Mistagógica (n. 64): Para que los fieles tengan una actitud coherente entre las disposiciones interiores y los gestos y palabras se necesita una educación en la fe eucarística que disponga a vivir personalmente lo que se celebra. El CEC recuerda la importancia de una verdadera catequesis litúrgica que «pretende introducir en el Misterio de Cristo (es ‘mistagogia’), procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los ‘sacramentos’ a los ‘misterios’» (CEC 1075). Como instrumento formativo se propone la catequesis mistagógica, que debe tomar en cuenta tres elementos:

a) Interpretación de los Ritos a la luz de los acontecimientos salvíficos en la tradición viva de la Iglesia: La celebración de la Eucaristía contiene continuas referencias a la Historia de la Salvación.

b) Introducir en el significado de los signos contenidos en los ritos. Ante la incapacidad del hombre moderno de percibir los signos y símbolos, es necesario despertar en los fieles la sensibilidad ante los signos y gestos.

c) Es necesario señalar el nexo que existe entre los misterios celebrados en el rito con la vida cristiana de los fieles y la responsabilidad misionera.

166. Un fruto evidente de la eficacia de la catequesis Eucarística es, sin duda, el sentido del misterio de Dios presente entre nosotros (Cf. SCa 65). Se puede comprobar por medio de las muestras de veneración a la Eucaristía, por ejemplo, el arrodillarse durante los momentos principales de la Plegaria Eucarística (Cf. IGMR 42) y otros gestos tradicionales de veneración.

Culto a la Eucaristía fuera de la Misa

167. Es fundamental indicar la relación intrínseca entre la celebración eucarística y la Adoración (Cf. SCa 66). En la Eucaristía nos unimos a Cristo; la adoración es la continuación de la celebración, que es en sí misma el acto más grande de adoración de la Iglesia, es prolongación de lo acontecido en la celebración litúrgica. La celebración de la Eucaristía es el origen y la finalidad del Culto que se ofrece a la misma Eucaristía fuera de la Misa, pues es Cristo el que se ofrece en sacrificio y quien prolonga su presencia como «Dios con nosotros» en la reserva Eucarística, al que adoramos con todo el amor y devoción del que somos capaces (Cf. RSCCEFM 2-3). «Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de Cristo […] ha de desarrollar también este aspecto del culto Eucarístico, en el que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del Cuerpo y Sangre del Señor» (EE 25).

168. La práctica de la Adoración Eucarística es una expresión de amor y de devoción a Cristo que se queda con nosotros en el Sacramento. Se recomienda vivamente a todos los miembros de la Iglesia, sacerdotes y fieles, tanto personal como comunitaria (Cf. SCa 67). Es necesaria una adecuada Catequesis que explique a los fieles la importancia de este acto de culto que lleva a vivir con más fruto la celebración litúrgica. Es deseable que desde la catequesis para la primera Comunión se inicie a los niños en la importancia de estar con Jesús presente en la Eucaristía. Es oportuno recordar que la 3era. conclusión del 48º Congreso Eucarístico Internacional dice: «Revalorar la Adoración Eucarística en todas sus formas, incluida la Adoración Nocturna» , de esta forma hay que impulsar con empeño y dedicación esta práctica, dándole un lugar especial en la acción pastoral.

169. La Devoción Eucarística reviste diferentes formas con dimensión comunitaria, como dice el Santo Padre: «La relación personal que cada fiel establece con Jesús, presente en la Eucaristía, lo pone siempre en contacto con toda la comunión eclesial, haciendo que tome conciencia de su pertenencia al Cuerpo de Cristo» (SCa 68). Las principales formas de Adoración Eucarística son las siguientes:

a) Adoración personal y comunitaria: se debe inculcar a los fieles la visita al Santísimo Sacramento, como encuentro personal motivado por la fe en la presencia real de Cristo (Cf. Directorio Piedad Popular y Liturgia 165). Entre nosotros es laudable la práctica de la Hora Santa Eucarística en determinados días, sobre todo los jueves. Y comienza en algunas parroquias la adoración perpetua del Santísimo Sacramento.

b) Procesiones Eucarísticas, especialmente la tradicional de la Solemnidad del Corpus Christi, que «es la ‘forma tipo’ de las procesiones eucarísticas. Prolonga la celebración de la Eucaristía: inmediatamente después de la Misa, la Hostia que ha sido consagrada en dicha Misa se conduce fuera de la iglesia para que el pueblo cristiano ‘dé un testimonio público de fe y de veneración al Santísimo Sacramento’. Los fieles comprenden y aman los valores que contiene la procesión del Corpus Christi: se sienten ‘Pueblo de Dios’ que camina con su Señor, proclamando la fe en Él, que se ha hecho verdaderamente el ‘Dios con nosotros’» (Directorio Piedad Popular y Liturgia 162).

c) Adoración perpetua y Cuarenta Horas, se trata de adoración más prolongada, que asumen comunidades religiosas, asociaciones de fieles o comunidades parroquiales y da ocasión de expresiones especiales de piedad Eucarística. Hay que notar la relevancia que adquiere entre nosotros la Adoración Nocturna Mexicana, que es una expresión de amor a Jesús en la Eucaristía en muchas comunidades de nuestra Arquidiócesis.

d) Los Congresos Eucarísticos, ya sean internacionales o locales, son una peculiar manifestación de piedad Eucarística, en los que, se venera públicamente a Cristo Eucaristía, se profundiza en algún aspecto del Misterio Eucarístico y se motiva, en base a la Eucaristía, a la caridad cristiana. (Cf. RSCCEFM 109).

Desafíos

170. La celebración del XLVIII CEI favoreció un incremento en la comunión eucarística, aunque la actual pérdida del sentido de pecado, provoca la actitud superficial de algunos fieles que olvidan la necesidad de estar en gracia de Dios para comulgar.

171. El XLVIII CEI favoreció en muchos sacerdotes una mejor preparación y digna celebración de la Eucaristía; sin embargo, hay sacerdotes que celebran sin preparación, de manera atropellada, sin respetar la liturgia y con homilías deficientes que no se fundamentan en la Palabra de Dios y que no llevan una conveniente aplicación a la vida de los fieles.

Propuestas

172. Solemnizar la fiesta del Corpus Christi y valorar la adoración nocturna en todas las parroquias (Cf. 2ª y 3ª Conclusiones del XLVIII CEI).

173. Promover el culto a la Eucaristía dentro y fuera de la Misa.

174. Instar a la participación plena en la Eucaristía, precedida del Sacramento de la Reconciliación, cuando haya conciencia de pecado grave.

175. Ofrecer horarios oportunos y lugares apropiados para la administración del Sacramento de la Penitencia.

176. Estimular la conciencia de los sacerdotes a que celebren la Eucaristía y demás Sacramentos In persona Christi y, por tanto, ser conscientes de la necesidad de cuidar una preparación plena, tanto interior como exterior.

177. Fortalecer en todas las comunidades el equipo animador de la pastoral litúrgica.

3. EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE VIVIR

Forma eucarística de la vida cristiana

178. ¿Qué podemos entender cuando se nos habla de la Forma Eucarística de la vida Cristiana? Partiendo del texto de Jn 6, 57: «El que me come vivirá por mí» el Papa nos recuerda: «cómo el misterio ‘creído’ y ‘celebrado’ contiene en sí un dinamismo que hace de él principio de vida nueva en nosotros y forma de la existencia cristiana» (SCa 70), recibiendo a Cristo en la Eucaristía la vida divina se nos comunica de una manera más profunda, somos transformados íntimamente en Cristo. Esta transformación es precisamente la Forma Eucarística de la vida cristiana.

179. a) Núcleo de la Forma Eucarística de la Vida Cristiana: El centro de la forma Eucarística de la vida cristiana radica en que el Cristiano ha sido asumido por Cristo desde el bautismo y hecho sacerdote capacitado para ofrecer en Cristo y con Cristo el nuevo y definitivo culto, la logiké latreía, que consiste en la ofrenda total de toda la persona en comunión con toda la Iglesia. El verdadero culto espiritual consiste en unirse al sacrificio de Cristo, esto es, la obediencia completa a la voluntad del Padre (Cf. SCa 70-71) «Cristo, después de haber ofrecido en su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente. Y, aunque era Hijo aprendió la obediencia a través del sufrimiento» (Hb 5, 7-8).

b) El Catecismo de la Iglesia Católica lo explica de la siguiente manera: «La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con Él, ella se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo, presente sobre el altar, da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda» (CEC 1368). Por lo que este nuevo culto implica todos los aspectos de la vida, que lleva a la efectiva transformación del hombre. Por lo que concluye el Papa: «el culto a Dios en la vida humana no puede quedar relegado a un momento particular y privado, sino que, por su naturaleza, tiende a impregnar cualquier aspecto de la realidad del individuo» (CEC 71).

180. a) Vivir el Domingo: La celebración del domingo, recordando la resurrección del Señor, se presenta como nexo de unión de esa nueva forma de vida que se alcanza por la Eucaristía. Desde el inicio de la historia de la Iglesia, ha revestido una importancia especial. Así nos recuerdan, por ejemplo, la Didajé; también San Justino en la Apología que dirige al emperador, nos ofrece un testimonio muy valioso, puesto que describe la celebración dominical y además ofrece la primera descripción de la Eucaristía primitiva (Cf. SCa 72; S. Justino, Apol. 1, 67; CEC 1345).

b) Es elocuente el testimonio de los mártires de Abitinia (África), que en tiempos del emperador Diocleciano, aceptaron la muerte con tal de no faltar a la Eucaristía dominical (Cf. DD, 46). San Ignacio de Antioquia habla de los cristianos diciendo que son quienes viven según el domingo (iuxta dominicam viventes), y de este modo recalca el nexo entre la realidad Eucarística y la vida cristiana en su cotidianidad. Entonces «‘Vivir según el domingo’ quiere decir vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la propia vida como ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una conducta renovada íntimamente» (n. 72).

181. a) Vivir el Precepto Dominical: Ahí radica la importancia de la celebración dominical, que confiere una fisonomía particular al que, junto con sus hermanos participa en la celebración del domingo. Se refuerzan los nexos de unión entre los miembros de la Iglesia, se crece en la fe y se le da un verdadero sentido cristiano al tiempo. Es muy conveniente que en torno a la celebración Eucarística dominical se hagan encuentros de amistad; catequesis de niños y de adultos; peregrinaciones; obras de caridad y momentos especiales de oración. No obstante que se puede cumplir el precepto dominical desde el sábado por la tarde, «es preciso recordar que el domingo merece ser santificado en sí mismo, para que no termine siendo un día ‘vacío de Dios’» (SCa 73).

b) En el curso de los siglos, la Iglesia ha sentido la responsabilidad de explicitar la importancia del deber de participar en la Misa dominical. Ha fijado el precepto de participar en la Misa dominical como obligación grave (Cf. DD, 47; CIC, c. 1247; CEC, 2181). El creyente, si no quiere perder su propia identidad, debe estar dentro y vivir en la comunidad cristiana. Es necesario que se convenza de la importancia decisiva que tiene para su vida de fe el reunirse el domingo con otros hermanos para celebrar el día del Señor con el Sacramento de la Nueva Alianza (Cf. DD, 48; NMI, 36). En consecuencia, los Pastores tienen el correspondiente deber de ofrecer la posibilidad a los fieles de cumplir con el precepto dominical (Cf. DD, 49).

182. Sentido del descanso y del trabajo: El domingo es también día de descanso del trabajo. Este reposo dominical tiene un sentido de «relativización del trabajo: que debe estar orientado al hombre: el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo. Es fácil intuir cómo así se protege al hombre en cuanto se emancipa de una posible forma de esclavitud» (SCa 74). Pues el trabajo tiene importancia en la realización del hombre y el progreso de la sociedad, sin embargo, debe asegurar el respeto a la dignidad humana y al bien común. El día del Señor, es en cierto modo, día de la liberación del trabajo, evitando que el hombre lo idolatre, y de este modo recupere el sentido de su vida y de la misma actividad laboral (Cf. SCa 74).

183. La pertenencia eclesial como forma Eucarística de la vida cristiana: Existe un estrecho vínculo entre la celebración del misterio Eucarístico y la pertenencia al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia (Cf. SCa 76). Por lo que «la forma eucarística de la vida cristiana es sin duda una forma eclesial y comunitaria. El modo concreto en que cada fiel puede experimentar su pertenencia al Cuerpo de Cristo se realiza a través de la Arquidiócesis y las parroquias como estructuras fundamentales de la Iglesia en un territorio particular» (SCa 76), esto nos ayuda a vencer las perniciosas consecuencias del secularismo: individualismo, aislamiento y escaso sentido de pertenencia. El Cristianismo siempre ha sido una comunidad, una red de relaciones humanas sostenidas por la escucha de la Palabra, la celebración de la Eucaristía y bajo la luz del Espíritu Santo.



184. Espiritualidad y cultura Eucarística: La verdadera espiritualidad eucarística no se reduce sólo a la participación en la Misa y la devoción al Santísimo Sacramento, sino que abarca toda la vida del creyente, contra la tendencia actual de poner la fe cristiana al margen de la existencia, como si fuera inútil respecto al desarrollo concreto de la vida de los hombres. Hay que convencernos que Jesucristo no es «convicción privada» o «doctrina abstracta», sino una persona real capaz de transformar la vida de todos. Por eso, la Eucaristía se tiene que traducir en espiritualidad, en vida según el Espíritu. Para ello se requiere la renovación total del modo de vivir y de pensar, se requiere una conversión constante (Cf. SCa 77).

185. Aplicaciones Concretas: Ambientes, personas y consecuencias: La forma Eucarística de la vida cristiana, que se ha venido exponiendo en los párrafos anteriores encuentra aquí una serie de aplicaciones concretas que enunciamos ahora (Cf. SCa 78-83):

a) Ambientes: Evangelización de las culturas: La Eucaristía puede fermentar evangélicamente las diferentes culturas (Cf. SCa 78).

b) Personas:

- Los Laicos: La Eucaristía se ofrece a cada persona en sus condiciones concretas, haciendo que viva la novedad cristiana en su situación existencial. El don que se nos da en el Bautismo encuentra su pleno desarrollo en la Eucaristía, pues llamados a la Santidad, la propia vida se convierte en el culto agradable a Dios. Hay que procurar que la Eucaristía influya en la vida cotidiana, haciendo de cada uno testigo de Cristo, especialmente en la vida familiar (Cf. SCa 79).

- Los Sacerdotes: La forma Eucarística de la vida cristiana se manifiesta de modo peculiar en la vida sacerdotal. La espiritualidad sacerdotal, intrínsecamente Eucarística, que se cultiva desde los años de formación, le permitirá al sacerdote ser testigo creíble del amor de Dios. Por eso la Iglesia recomienda la celebración cotidiana de la Misa, pues en ella el sacerdote alcanza la conformación con Cristo y la consolidación de su vocación (Cf. SCa 80).

- La vida Consagrada: el testimonio de los consagrados encuentra en la Eucaristía su fuerza para permanecer fieles en el seguimiento de Cristo obediente, pobre y casto. En medio de las diversas actividades, el objetivo principal de su vida es la contemplación de las cosas divinas y la unión con Dios (Cf. SCa 81).

c) Consecuencias: Al participar del don del amor de Dios estamos llamados a una transformación moral: Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma» (SCa 82). No es un moralismo, sino un deseo de corresponder al amor de Dios con todo el propio ser. De aquí se desprende la Coherencia Eucarística, que exige el testimonio público de la fe, la salvaguarda de los valores fundamentales (Cf. SCa 82-83).

Eucaristía, misterio que se ha de anunciar

186. Razón de la misión: El impulso misionero es parte constitutiva de la forma eucarística de la vida cristiana: «no podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento. Éste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos». La Eucaristía no sólo es fuente y cumbre de la vida de la Iglesia, sino también de su misión. De Cristo enviado del Padre, por su mandato llega a nosotros la Misión, por lo que «no podemos acercarnos a la Mesa Eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres» (SCa 84).

187. Ser: La primera misión esencial que fluye del Sacramento, es el testimonio de la propia vida; debemos ser testigos del amor de Dios, incluso a veces se habrá de llegar hasta el don de sí mismos, hasta el martirio: «El cristiano que ofrece su vida en el martirio entra en plena comunión con la Pascua de Jesucristo y así se convierte, con Él, en Eucaristía» (SCa 85).

188. Contenido: Se trata de «llevar a Cristo. No sólo una idea o una ética inspirada en Él, sino el don de su persona». Por lo que es importante tener suficientemente claro que el contenido del trabajo misionero es el anuncio de la salvación en Cristo muerto y resucitado y que es creído y celebrado en el Misterio Eucarístico (Cf. SCa 86).

Eucaristía, misterio que se ha de ofrecer al mundo

189. Eucaristía, pan partido para la vida del mundo: Cristo ha dado su vida para salvarnos y la Eucaristía es la actualización sacramental del Cuerpo entregado y la Sangre derramada del Señor en el árbol de la cruz, en ella Cristo nos hace testigos de la compasión de Dios por todos los hombres. De esta fuente mana el servicio de caridad hacia el prójimo, reconociendo en cualquier hombre o mujer al hermano y hermana, por las que dio su vida Cristo. Por ello «la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse ‘pan partido’ para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno» (SCa 88).

190. Implicaciones Sociales del Misterio Eucarístico: Es necesario explicitar el compromiso social que implica el Misterio Eucarístico. Es Sacramento de comunión entre hermanos y hermanas que se reconcilian en Cristo. De esta fuente se llega a la voluntad de transformar las estructuras injustas para restablecer el respeto y dignidad del hombre. Por lo que «la Eucaristía, mediante la puesta en práctica de este compromiso, transforma en vida lo que ella significa en la celebración». La Iglesia tiene la responsabilidad de despertar las fuerzas espirituales y que los fieles sean «operadores de paz y de justicia», de modo que «gracias al Misterio que celebramos, deben denunciarse las circunstancias que van contra la dignidad del hombre, por el cual Cristo ha derramado su sangre, afirmando así el valor tan alto de cada persona» (Cf. SCa 89).

191. El alimento de la verdad y la indigencia del hombre: Ante las situaciones tan graves de pobreza, cuyas causas son muchas veces responsabilidad del hombre, hay que denunciar las injusticias y trabajar sin descanso por establecer la civilización del amor (Cf. SCa 90).

192. Doctrina Social de la Iglesia: Para tener cristianos laicos debidamente capaces de asumir su propia responsabilidad política y social, deben educarse en la caridad y la justicia, mediante el conocimiento adecuado de la Doctrina Social de la Iglesia (Cf. SCa 91).

193. Santificación del mundo y salvaguardia de la creación: Hay que ser conscientes de que la acción de gracias que se efectúa en la Eucaristía lleva también a la santificación del mundo. Como dice el Papa: «la fundada preocupación por las condiciones ecológicas en que se encuentra la creación en muchas partes del mundo encuentra motivos de tranquilidad en la perspectiva de la esperanza cristiana que nos compromete a actuar responsablemente en defensa de la creación» (Cf. SCa 92).

Congreso Eucarístico Internacional en Guadalajara

194. El Santo Padre Juan Pablo II convocó a la Iglesia el 25 de junio del Año Jubilar 2000 desde Roma, para celebrar el XLVIII Congreso Eucarístico Internacional en Guadalajara, México, del 10 al 17 de octubre del 2004. El lema «la Eucaristía, Luz y Vida del Nuevo Milenio» fue el vértice de las reflexiones, de las celebraciones y del renovado compromiso evangelizador. El Santo Padre Juan Pablo II se hizo presente no sólo por su delegado el Cardenal Jozeph Tomko, sino a través de la imagen satelital, en tiempo real, en la clausura del Congreso.

Desafíos

195. En muchos católicos se ha perdido el sentido cristiano del Domingo como día del Creador, de Cristo Resucitado, de la Eucaristía, de la familia y del hombre, señor de la creación.

196. En ocasiones no se percibe con claridad el nexo que hay entre el Misterio de la Fe, su celebración y sus implicaciones en la vida del creyente.

Propuestas, las del XLVIII Congreso Eucarístico Internacional en Guadalajara

197. El Cardenal Jozeph Tomko presentó a los congresistas siete conclusiones para su aprobación. Estas conclusiones las asumimos en la acción pastoral de nuestra Arquidiócesis, para que la fe proclamada y celebrada durante el Congreso, llegue a ser compromiso de acción y de vida para nuestras comunidades.

198. Inculcar la participación en la Eucaristía dominical;

199. Solemnizar la fiesta del “Corpus Christi”;

200. Promover la adoración eucarística en todas sus formas, sobre todo, la adoración nocturna;

201. Promover la comunión digna y frecuente, acompañada, cuando sea necesario, del Sacramento de la Reconciliación;

202. Fortalecer el espíritu de misión que nace de la Eucaristía;

203. Urgir la caridad efectiva con los pobres como exigencia de la Eucaristía;

204. Renovar la fe en la Eucaristía, el espíritu de sacrificio, la comunión eclesial y el servicio a los hermanos.







Eucaristía, corazón del Plan























Eucaristía, compendio y suma de nuestra fe











































Amor trinitario













































Misterio

Pascual

























Institución de la

Eucaristía

















































Espíritu Santo y Eucaristía







































































La Iglesia vive de la Eucaristía



















































































Los Sacramen-tos comunican la gracia



















































Eucaristía

e

Iniciación Cristiana











































































Eucaristía y Sacramento de la Reconciliación



















































Eucaristía

y

Unción

de los

Enfermos































Eucaristía

y

Orden Sacerdotal









































































Eucaristía y pastoral vocacional































































Eucaristía

y

Matrimonio































































Eucaristía y el cumpli-miento escatológico



























































María, “Mujer Eucarí-stica”































































































Misterio de fe, belleza y liturgia





















































La celebración Eucarística, obra de Cristo y su pueblo

































































Elementos básicos del

«arte de celebrar»



























El Obispo

liturgo

por

excelencia



































Respeto a las normas y signos





































Arte al servicio de la

celebración

















El Canto

litúrgico





































Elementos

de la

estructura

de la

celebración eucarística

































Unidad intrínseca

de la acción litúrgica











































Liturgia

de la

Palabra







































La homilía































































La presenta-ción de las

ofrendas

































La Plegaria Eucarística

o

Anáfora

































Rito de la

paz





















La Sagrada Comunión

































Ministros Extraordinarios de la

Sagrada Comunión







































La despedida

«Ite Missa est»





















La participa-ción activa







































































































Participa-ción propia del ministerio sacerdotal





















Condiciones personales para la participación activa









































MCS, enfermos, presos y migrantes









































































Las grandes concelebra-ciones





























El uso

del

latín























































Misa en pequeños

grupos

































La catequesis mistagógica



















































































Veneración de la Eucaristía























Relación intrínseca entre celebración y adoración











































Práctica de la adoración eucarística













































Formas de piedad eucarística



















































































































































































































































Forma eucarística de la vida cristiana























El culto espiritual





































































































Vivir el Domingo









































































Vivir el

precepto dominical

















































































Sentido del reposo festivo y del trabajo





































Pertenencia eclesial



















































Espiritua-lidad y cultura eucarística



































Aplicacio-nes concretas y consecuen-cias

































































































































Razón de la misión que nace de la eucaristía



























Ser de la misión



















Contenido de la misión























Eucaristía, pan partido para la vida del mundo



























Implicaciones sociales del misterio eucarístico











































Alimento de la verdad e indigencia del hombre











Doctrina social de la Iglesia













Santifica-ción del mundo y salvaguarda de la creación























La Eucaristía, Luz y Vida del Nuevo Milenio



























III PARTE

PASTORAL FAMILIAR



LA FAMILIA



205. Nuestras prioridades pastorales son muchas, pero hemos elegido la familia, porque en ella está el remedio, si responde a su vocación. La familia es la célula de la sociedad y la “pequeña Iglesia doméstica”, que incluye a todos: a los esposos, a padres e hijos y a los ancianos. Además, se celebra en México el VI Encuentro Internacional de la Familia.

El matrimonio cristiano

206. La familia tiene su inicio en la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí una unión para toda la vida, ordenada por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole. El matrimonio fue elevado por Cristo Señor a la dignidad de Sacramento entre los bautizados . En virtud de la sacramentalidad de su matrimonio, los esposos quedan vinculados uno a otro de manera íntima e indisoluble. A imagen del amor esponsal de Cristo con la Iglesia , que es permanentemente fiel, el matrimonio excluye toda separación y divorcio . El carácter indisoluble del matrimonio legítimo es fundamento del bien común de la familia . Su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia. Al igual que cada uno de los siete sacramentos, el matrimonio es también un símbolo real del acontecimiento de la salvación, pero de modo propio. El amor conyugal cristiano representa el misterio de la Encarnación de Cristo y su misterio de Alianza .

207. Además, no se debe soslayar que el auténtico amor conyugal supone y exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer: «No eres su amo -escribe san Ambrosio-, sino su marido; no te ha sido dada como esclava, sino como mujer […] Devuélvele sus atenciones hacia ti y sé para con ella agradecido por su amor». El hombre debe vivir con la esposa «un tipo muy especial de amistad personal» (FC 25). La Iglesia encuentra así en la familia, nacida del Sacramento, su cuna y el lugar donde puede actuar la propia inserción en las generaciones humanas, y éstas, a su vez, en la Iglesia (Cf. FC 15). La comunión primaria es la que se instaura y se desarrolla entre los cónyuges; en virtud del pacto de amor conyugal, el hombre y la mujer «no son ya dos, sino una sola carne» y están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total (Cf. FC 19).

La familia

208. La familia, obra del Creador, es patrimonio de la humanidad. Ella constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños. La familia ha sido y es escuela de fe y amor; lugar en donde se aprenden los valores humanos y cívicos . En verdad, es la familia el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y recibir amor . La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo . El deber de santificación de la familia cristiana tiene su primera raíz en el bautismo y su expresión máxima en la Eucaristía, a la que está íntimamente unido el matrimonio cristiano. La Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano (Cf. FC 57).

209. En la familia, la vida humana nace y se acoge responsable y generosamente. Ella es, pues, el santuario de la vida , servidora de la vida. La familia, comunidad privilegiada (Cf. CDC, 2206), constituye la escuela primigenia y fundamental para la formación de la fe de los hijos como discípulos de Cristo (Cf. CL 62; DA 303), por la cooperación diligente de los padres en la educación de los hijos . La comunión conyugal constituye el fundamento sobre el cual se va edificando la más amplia comunión de la familia, de los padres y de los hijos, de los hermanos y de las hermanas entre sí, de los parientes y demás familiares. La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, a la reconciliación (Cf. FC 21).

210. La familia es la «célula primera y vital de la sociedad» (FC 42). Su origen está en Dios creador, y no en la voluntad humana . Dada la importancia de la familia para la sociedad, «la familia lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad» , la autoridad civil debe considerar como deber grave «el reconocimiento de la auténtica naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y fomentarla, asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica» . También, en el seno de la familia, la persona descubre los motivos y el camino para pertenecer a la familia de Dios. La familia es poderoso instrumento de humanización.

211. La pastoral familiar es la acción que desarrolla la Iglesia, como pueblo de Dios, para ayudar a las familias a cumplir su misión en la sociedad y en la Iglesia, a partir de la propia experiencia de comunión familiar . La pastoral familiar, «intensiva y vigorosa» (DA 435), es una prioridad indiscutible , poniendo en claro, que son los fundamentos teológicos, los que han de sustentar tal pastoral (SiD 148). Por último, el siervo de Dios Juan Pablo II insta a que las familias sean las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia .

212. Así pues, sintetizando y partiendo del amor y en constante referencia a él, podemos enumerar cuatro cometidos o tareas de la familia (Cf. FC 17): 1) formación de una comunidad de personas; 2) servicio a la vida; 3) participación en la vida y misión de la Iglesia; 4) participación en el desarrollo de la sociedad.

213. Se reconocen, también, en esta pastoral, el problema de la emigración y sus efectos. Este es un fenómeno social antiguo que afecta a la familia en su misma estructura y en sus miembros. La migración es un fenómeno antiguo y connatural al ser humano, y es, en cierto sentido, un mal necesario (se pierde fuerza de trabajo; se dividen las familias, etc.) con grandes implicaciones en la vida contemporánea (Cf. LE 23). Las migraciones han favorecido, además, las relaciones de intercambio cultural y comercial de los pueblos. Son varias las causas que han propiciado la migración entre nosotros; a modo de ejemplo: el subempleo, los salarios bajos, la pobreza (Cf. SRS 15), el descuido del campo, el espejismo del sueño americano, la falta de alternativas de vida, etc.

214. Estas familias, al igual que las de los presos, prófugos y exiliados, demandan una acción incisiva de las estructuras sociales, eclesiales y culturales para atender sus dificultades . Ellas deben encontrar siempre en la Iglesia como su propia patria . Los obispos consideran que «los migrantes deben ser acompañados pastoralmente por sus iglesias de origen y estimulados a hacerse discípulos y misioneros en las tierras y comunidades que los acogen, compartiendo con ellos las riquezas de su fe y de sus tradiciones religiosas» (DA 415).

Desafíos

215. Hay muchas familias cristianas bien integradas donde se respeta la ley de Dios y con amor se educa a los hijos.

216. No pocas familias sufren las consecuencias del subdesarrollo: pobreza, ignorancia, insalubridad, desempleo y múltiples ataques de la cultura de la muerte.

217. No pocos padres de familia descuidan su misión de ser sujetos activos en la educación humana y cristiana de sus hijos.

218. La actual situación generalizada de permisivismo en la vida moral y sexual, la ideología de género y las modificaciones legales que atentan contra la identidad de la familia, según el plan de Dios, son favorecidas o publicitadas por los medios de comunicación.

219. Persiste el machismo que no respeta la dignidad de la mujer en el ámbito familiar, social y laboral.

220. La situación económica obliga a trabajar a los esposos fuera del hogar, lo cual, unido a la mentalidad consumista, pone en riesgo la convivencia y la estabilidad familiar.

Propuestas

221. Ayudar a la familia, célula de la sociedad y santuario de la vida, a que sea verdaderamente una comunidad de vida y amor en la que se transmitan la fe y los valores humanos y cristianos.

222. Promover, en diálogo con las autoridades y la sociedad, leyes y políticas a favor de la vida, del matrimonio y la familia.

223. Consolidar los equipos de pastoral familiar, arquidiocesanos y parroquiales.

Familias en situación irregular

224. La Iglesia se preocupa por tutelar la familia en toda su dimensión, y no sólo en su aspecto religioso. La Iglesia como madre se acerca a los esposos que se encuentran en dificultad y los entiende en su lucha por llevar una vida moral coherente (Cf. FC 33). Es de alabar, también, el testimonio de fidelidad de los cónyuges injustamente abandonados por el otro cónyuge, quienes con la fuerza de la fe y de la esperanza cristiana, no han pasado a una nueva unión (FC 20).

225. La Familiaris Consortio expone y considera algunas situaciones irregulares, desde el punto de vista religioso y con frecuencia, también civil, que se van difundiendo entre los católicos con no leve daño de la misma institución familiar y de la sociedad, de la que la familia es la célula fundamental (Cf. FC 79). Enumeramos algunas situaciones irregulares:

a) Matrimonios a prueba: Con esta visión, la persona se ve como un «experimento». Esta mentalidad se puede corregir con una educación en el amor auténtico y en el recto uso de la sexualidad. El don del cuerpo en la relación sexual es símbolo real de la donación de toda la persona (Cf. FC 80).

b) Uniones libres de hecho: Son las uniones sin ningún vínculo institucional. Este comportamiento, a veces propiciado por las difíciles situaciones económicas, culturales y religiosas, plantea a la Iglesia serios problemas pastorales (pérdida del sentido religioso del matrimonio, privación de la gracia del Sacramento, grave escándalo), pero también afecta a la sociedad (posibles traumas psicológicos en los hijos, afirmación del egoísmo). Se debe atender esta situación en los jóvenes (Cf. FC 81).

c) Católicos unidos con mero matrimonio civil: En este caso, hay cierto compromiso, en comparación al punto anterior. Sin embargo, se deja abierta la perspectiva de un eventual divorcio. Se debe invitar a los cristianos a ser coherentes entre la elección de vida y la fe que profesan. Se les debe tratar con caridad e interesarlos en la vida comunitaria, pero los pastores no podrán admitirles al uso de los Sacramentos (Cf. FC 82).

d) Separados y divorciados no casados de nuevo: La comunidad eclesial debe apoyar a estos cónyuges, procurarles estima, solidaridad, comprensión y ayuda concreta, de manera que puedan conservar la fidelidad y, mediante el perdón, si fuese posible, reinstaurar eventualmente la vida conyugal anterior. Si se guarda la fidelidad y la coherencia cristiana, aunque esté de por medio el divorcio civil, no existe obstáculo para la admisión a los Sacramentos (Cf. FC 83).

e) Divorciados casados de nuevo: Esta plaga debe afrontarse con atención improrrogable. La Iglesia no puede abandonar a quienes han intentado pasar a nuevas nupcias. Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones que han llevado a esta realidad. No son iguales todos los casos, desde el punto de vista moral, de los divorciados vueltos a casar. Debe prestarse ayuda a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia. Se les exhorta a: escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, la adoración eucarística, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas a favor de la justicia, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia, para implorar la gracia de Dios. No son admitidos a la comunión eucarística, según lo establece la Palabra de Dios. Se debe evitar toda clase de celebraciones (simulaciones) para divorciados vueltos a casar (Cf. FC 84; SCa 29).

f) Privados de familia: Son los que se han quedado solos en el mundo. La sociedad debe ser solidaria, comprensiva. Que nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia para todos, especialmente para cuantos están fatigados y cargados (Cf. FC 85).

Desafíos

226. Una fuerte influencia cultura secularista actual ha logrado disminuir notablemente la vida de fe en muchas de nuestras familias.

227. La pérdida de valores humanos y cristianos, ha afectado la estabilidad del matrimonio, y la importancia del sentido cristiano de la familia, así como la educación de los hijos.

228. Familias en situación irregular participan en actividades pastorales que requieren acompañamiento según las indicaciones de la Iglesia.

Propuestas

229. Cuidar la debida preparación remota y próxima de los novios al matrimonio, siguiendo el programa arquidiocesano.

230. Acompañar, con cuidado, prudencia y amor compasivo, siguiendo las orientaciones del Magisterio, a quienes viven en situación irregular.

231. Ante las peticiones de nulidad matrimonial, los Tribunales eclesiásticos han de ejercer una correcta y pronta actuación.

232. Establecer centros de atención a familias en situaciones difíciles: madres adolescentes y solteras, personas de la tercera edad y niños abandonados.

Niños

233. a) El niño y la niña reflejan lo que hay en sus hogares y en la sociedad donde viven. Los valores que se les inculcan son, en efecto, el tesoro más precioso que los padres pueden dejar como herencia. Desde pequeños, el niño y la niña, necesitan experimentar el amor de la madre y del padre; quieren ser educados con el ejemplo; anhelan tener un ambiente positivo; buscan encontrar los caminos de Dios y practicar siempre lo bueno. Sólo así los niños tendrán un carácter positivo y un alto valor de la vida.

b) La realidad no siempre es agradable, pues muchos niños y niñas no viven esta experiencia y sus conductas reflejan esa desarmonía. Muchos de ellos no tienen familia completa (falta mamá o papá, en otros casos los dos); viven en un ambiente hostil, familiarizados con el lenguaje grosero, asimilan actitudes negativas por medio de la TV; sufren agresión verbal, psíquica y física; abandono a temprana edad; son obligados a trabajar desde muy temprana edad. Para dar respuesta a ello, se deben buscar y abrir perspectivas nuevas para la enseñanza catequética (Cf. CT 17).

234. La pastoral tiene una tarea muy importante con los padres y con la familia del niño. La catequesis debe procurar generar espacios de amor y de alegría, es decir, un ambiente positivo. Es urgente y necesario orientar a la familia y a la sociedad sobre el papel que les toca en la educación de los pequeños. La Iglesia se suma a proponer vías de solución a esta problemática; es en este campo donde puede ejercer una pastoral infantil a través de diversos programas (Cf. CT 37): kindergarten, educación inicial, escuela dominical, colegios, escuela para padres, etc., pero sobre todo con una educación ordenada y progresiva de su fe . El futuro de un país y de la humanidad entera está en la buena formación moral y espiritual de los niños y niñas. Ellos y ellas necesitan desde muy pequeños ser orientados y educados en la Palabra de Dios.

235. La atención pastoral de los niños en esta etapa de su vida es fundamental ya que en esta edad se ponen los cimientos de lo que serán el resto de sus vidas. El actual Papa nos insta: «Los niños son el presente y el futuro de la Iglesia. Tienen un papel activo en la evangelización del mundo» . Las actitudes religiosas y morales se deben inculcar ya desde el amanecer de la vida humana. En una familia de creyentes practicantes se ofrecen las condiciones formativas para la vivencia equilibrada y armónica de una futura personalidad cristiana . Una de las tareas de la Iglesia es la de alimentar la fe de los niños y darles los medios necesarios para el crecimiento de su vida espiritual, a ejemplo de Cristo (Cf. Mt 19,13-15).

236. En la Iglesia debe haber adultos capacitados para catequizar y formar niños. Para lograrlo, se requiere saber realizar y adoptar las siguientes acciones y actitudes: análisis del entorno social, apertura al diálogo, acercamiento a sus familiares, comprensión de la realidad como la concibe un niño, formación y preparación de un equipo idóneo, identidad con la Iglesia como centro de encuentro. Bien lo dijeron los obispos latinoamericanos en Santo Domingo: "Nuestra catequesis ha de tener un itinerario continuado que abarque desde la infancia utilizando los medios más adecuados para cada edad y situación" (SD 49). En esto, se notan laudables avances (Cf. DA 295). Después de los padres de familia, son los párrocos quienes deben asumir con mayor empeño la función que les corresponde como primeros catequistas (Cf. DA 296).

237. La catequesis comunitaria debe ser el espacio que permita la formación cristiana. Las actividades que realice la Iglesia con niños y niñas deben propiciar y favorecer a todos a vivir la fe en familia. Conviene subrayar que la catequesis infantil no debe verse sólo como medio para recibir los Sacramentos de la Iniciación Cristiana (Cf. DA 293), sino, también, como promotora de un itinerario personal de vida cristiana . El Código de Derecho Canónico manda: Que los niños se preparen bien para recibir por primera vez los Sacramentos de la Penitencia, de la Santísima Eucaristía y de la Confirmación, mediante una catequesis impartida durante el tiempo que sea conveniente; que los mismos, después de la primera comunión, sean educados con una formación catequética más amplia y profunda . En otras palabras, la catequesis debe ser escuela permanente de fe (Cf. CT 39).

238. El proceso catequético, en el tiempo de la infancia, será eminentemente educativo. Ese proceso estará atento a desarrollar las capacidades y actitudes humanas de los destinatarios, pues esta es la base antropológica de la vida de fe. Se deberá estimular el sentido de la confianza, de la gratuidad, del don de sí, de la invocación, de la gozosa participación. La educación a la oración y la iniciación a la Sagrada Escritura son aspectos centrales de la formación cristiana de los pequeños . Esta enseñanza de la fe cristiana debe ofrecerse de manera sencilla y cierta (Cf. CT 36). La catequesis debe cultivar, en fin, la amistad con Cristo en la oración, en el aprecio por la celebración litúrgica, la vivencia comunitaria y el gusto por el apostolado (Cf. DA 278.299).

Desafíos

239. Un significativo número de padres de familia se desentiende de su responsabilidad como principales educadores de la fe de sus hijos.

240. Se cree que el único fin de la catequesis es la preparación para los sacramentos, por ejemplo, a la primera comunión o la confirmación. En consecuencia, recibido el sacramento se retiran de la catequesis parroquial.

Propuestas

241. Ha de propiciarse una catequesis familiar que sea acompañada y fortalecida desde la parroquia.

242. Que en cada parroquia los catequistas involucren a los padres de familia en la catequesis que están recibiendo sus hijos.

243. Se debe, constantemente, exhortar a la oración en familia. Conviene, para ello, proveer de devocionarios familiares.

244. La catequesis parroquial o familiar, ha de procurar que la instrucción lleve a un encuentro amoroso con Cristo vivo.

Adolescentes y jóvenes

245. La evangelización de la juventud es tarea de toda la comunidad diocesana (Cf. EAm, 47). La juventud es un tiempo privilegiado para orientar la vida y darle las bases seguras en todas las dimensiones de la existencia (Cf. SiD 182). Los jóvenes y los adolescentes constituyen la gran mayoría de nuestra población. Representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia.

246. Los jóvenes son sensibles a descubrir su vocación a ser amigos y discípulos de Cristo. Están llamados a ser, como lo dijo el Siervo de Dios, Juan Pablo II, «centinelas del mañana», comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios . Los jóvenes, esperanza del futuro, están llamados a ser protagonistas en la construcción de una sociedad libre y reconciliada; por lo tanto, artífices de la solidaridad, de la dignidad, de la libertad y de los derechos humanos.

247. Por eso, la Iglesia hace una opción preferencial por los jóvenes (Cf. DP 1186; SD 114). No habrá Nueva Evangelización ni una nueva sociedad sin el protagonismo juvenil . En efecto, el papa Benedicto XVI exhortaba a los jóvenes del mundo de la siguiente manera: «Queridos jóvenes: no tengáis miedo de convertiros en santos misioneros. Estad listos a poner en juego vuestra vida para iluminar el mundo con la verdad de Cristo, para responder con amor al odio y al desprecio de la vida, para proclamar la esperanza de Cristo resucitado en cada rincón de la tierra» .

248. a) La adolescencia es una etapa del ser humano, distinta a la juventud y a la niñez. Los adolescentes están en tiempo de búsqueda de su propia identidad, de la afirmación personal y del descubrimiento del grupo. Fácilmente, en esta edad, son víctimas de falsos líderes. Por ello, es necesario impulsar la pastoral de adolescentes con sus propias características, a fin que se garantice la perseverancia y el crecimiento en la fe. El adolescente se siente atraído y busca una experiencia de amistad con Jesús (Cf. DA 442).

b) El adolescente experimenta una serie de transformaciones, que son desbordantes por momentos, que lo van configurando en su personalidad: su cuerpo cambia; el vínculo con sus padres se vuelve poco dialogante; comienza a tomar decisiones propias; el aprecio por la familia viene redimensionado; desea ser tomado en serio; quiere que se le escuche; da un valor grande a los amigos y al grupo; manifiesta alegría al ir descubriendo la vida (Cf. CT 38). La pastoral de adolescentes es un espacio de crecimiento en la fe, donde se acompaña al adolescente en la definición de sus proyectos de vida, ayudándose de pedagogías, contenidos y métodos adecuados.

249. a) Sin embargo, no se puede negar que hay jóvenes y adolescentes que ven a la Iglesia de diversas maneras: unos la aman espontáneamente como ella es, Sacramento de Cristo; otros la cuestionan para que sea auténtica, y no faltan los que buscan un Cristo vivo sin su Cuerpo que es la Iglesia; otros la identifican sólo con los obispos y sacerdotes, sin sentirse ellos mismos «Iglesia» (Cf. SiD 184).

b) La pastoral juvenil y de adolescentes debe favorecer procesos de formación que atiendan los cinco aspectos fundamentales; a saber: el encuentro personal con Cristo, la conversión, la profundización del discipulado, la comunión eclesial y la misión (Cf. DA 278). Se trata, por lo mismo, de procesos formativos que: mantengan la fuerza del primer anuncio de Jesucristo (Cf. DA 279), que den respuesta de sentido y orientación a la vida del joven (Cf. DA 446 d), que sean permanentes e integrales (Cf. DA 279), atentos a las dimensiones humana, comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral-misionera (Cf. DA 280), respetuosos del caminar de los jóvenes y sus comunidades, con ritmos continuos y graduales (Cf. DA 281) y enmarcado en un proyecto más amplio: parroquial, decanal, vicarial y diocesano (Cf. DA 281).

Desafíos

250. Muchos adolescentes y jóvenes atraviesan por situaciones críticas, por la falta de oportunidades de estudio o trabajo que los empujan a las adicciones o también por la desintegración familiar.

251. Hay un intenso bombardeo de los medios de comunicación social con mensajes de hedonismo y consumismo que ponen en crisis los valores humanos y cristianos y la identidad misma de los adolescentes y jóvenes.

252. Existe la pastoral de adolescentes y jóvenes en la Arquidiócesis que alcanza sólo a una minoría de ellos.

253. Muchos jóvenes han abandonado la práctica religiosa y empiezan a ver con indiferencia a la Iglesia.

Propuestas

254. Presentar a los adolescentes y jóvenes a Jesucristo en forma atractiva, que responda a sus anhelos de realización personal y a sus necesidades de encontrar el sentido de la vida.

255. Se desea que todos los agentes de pastoral se dediquen seriamente a quienes son el futuro de la Iglesia y de la sociedad.

256. Procurar que quienes reciben el Sacramento de la Confirmación se comprometan con Jesucristo y la Iglesia, y se inserten en los movimientos de apostolado juvenil.

257. Conocer la mentalidad juvenil para poder transmitirles, en su propio lenguaje, el Evangelio.

258. Privilegiar en la pastoral de adolescentes y jóvenes los procesos de educación y maduración en la fe.

Adultos mayores

259. Los adultos mayores construyen el futuro de los pueblos, porque aportan y transmiten la experiencia y la sabiduría . Los adultos mayores son depositarios de la memoria colectiva e intérpretes privilegiados del conjunto de ideales y valores comunes que rigen y guían la convivencia social . En efecto, afirma un Santo Padre, «en la ancianidad es cuando hay mayor fortaleza y más prontitud» . Y, bien se aplica a los adultos mayores, un principio de la tradición cristiana que acuña el mismo san Juan Crisóstomo: «Las tribulaciones no sólo no destruyen la esperanza, sino que son su fundamento» .



260. a) La fe nos ha sido transmitida, en muchos de nuestros pueblos, precisamente por los abuelos y las abuelas . Ellos son muy importantes en las familias. Los abuelos, afirma Benedicto XVI, «son, tantas veces, los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo. Son memoria y riqueza de las familias» . Ellos son, además, ejemplo de oración y los transmisores de las primeras oraciones (DA 441 f). El Papa mismo ha sido llamado “el abuelo del mundo”.

b) Muchos de ellos han gastado su vida por el bien de su familia y de la comunidad. El respeto y la gratitud hacia los ancianos deben ser testimoniando, en primer lugar, por su propia familia.

c) Sin embargo, a menudo son olvidados o descuidados. Excluirlos es como rechazar el pasado, en el cual hunde sus raíces el presente. Es lamentable que no haya políticas sociales, en muchos países, que se ocupen suficientemente de los adultos mayores (Cf. DA 447-449).

Desafíos

261. El amor y respeto a los Adultos Mayores todavía se dan en nuestras familias.

262. No faltan, sin embargo, hijos que se olvidan de atender a sus padres y abuelos.

Propuestas

263. Impulsar la pastoral de adultos mayores, de manera que se les reconozca su papel importante en la transmisión de la cultura y los valores cristianos, en la familia.

264. Aprovechar la experiencia de los adultos mayores, capaces, en la planeación de la pastoral y encomendarles aquellos ministerios laicales que puedan realizar.



PASTORAL UNIVERSITARIA

265. La Pastoral Universitaria incide en la pastoral juvenil y de la cultura, razón por la cual forma parte de este plan pastoral. Se considera, además, la importancia que los jóvenes universitarios tendrán como líderes futuros de la sociedad.

266. a) La Pastoral Universitaria es aquella actividad de la universidad, que ofrece a los miembros de la comunidad la ocasión de coordinar el estudio académico y las actividades para-académicas con los principios religiosos y morales, integrando, de esta manera, la vida con la fe (Cf. ECE 38). La comunidad universitaria debe saber encarnar la fe en sus actividades diarias, con momentos significativos para la reflexión y la oración (Cf. ECE 39).

b) La pastoral universitaria es una actividad indispensable. Gracias a ella, los estudiantes católicos pueden prepararse a participar activamente en la Iglesia y en el mundo (Cf. ECE 41). A través de una adecuada pastoral universitaria, la Iglesia contribuirá a generar cultura y se facilitará la transmisión de la fe en medio de una sociedad pluralista y multicultural (Cf. DA 100d). El anuncio del Evangelio no puede prescindir de la cultura actual. La pastoral universitaria, en lo que se distingue de la pastoral juvenil, es «pastoral de la cultura».

267. a) La pastoral universitaria apunta principalmente a la evangelización de la inteligencia, la creación de nuevas síntesis entre la fe y la cultura y se dirige prioritariamente a los profesores y docentes, para disponer de católicos bien formados Se debe hacer con un lenguaje comprensible para los contemporáneos (DA 480).

b) Las grandes ciudades, lugares de libertad y oportunidad (DA 514), son laboratorios de esa cultura contemporánea compleja y plural (DA 509). En ellas se gesta y se impone un nuevo lenguaje, que se extiende, luego, al mundo rural (DA 510; 518a). Allí se debe llegar con apertura evangélica y con métodos nuevos (DA 513).



268. La pastoral universitaria acompaña la vida y el caminar de todos los miembros de la comunidad universitaria y promueve el encuentro personal y comprometido con Jesucristo, así como la puesta en acción de múltiples iniciativas solidarias y misioneras (Cf. DA 343). Esta pastoral debe ser una preocupación importante para el obispo, para la cual él debe destinar agentes de pastoral, que proporcionen ayuda espiritual a la juventud. Se puede, incluso, crear una parroquia universitaria (Cf. c. 813).

269. Estrategias:

a) Del Kerigma: Propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Esta estrategia no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso (Cf. DA 278a; 518d)

b) De conversión: Quien ha aceptado a Jesús, cambia la forma de pensar y vivir. En el Bautismo y en la Reconciliación se actualiza la redención obrada por Jesucristo (Cf. DA 278b);

c) De discipulado: Quien se ha convertido a Jesucristo, profundiza en el misterio del Hijo de Dios, de su ejemplo, de su doctrina. Fundamental en esta estrategia son: la catequesis y la vida sacramental. Ambas realidades fortalecen y alimentan la conversión inicial y permiten que los discípulos-misioneros perseveren en la vida cristiana y en la misión (Cf. DA 278c);

d) De comunión: La vida participada dentro de la Iglesia (movimientos, fraternidades, parroquias, etc.) hace madurar la vida del Espíritu y proyecta la conversión madurada del verdadero discípulo de Jesucristo (Cf. DA 278d);

e) De misión: En la medida que se conoce más al Señor, más se Le ama, y por ello, el discípulo experimenta la necesidad de compartir con otros la alegría de enviado. La misión es inseparable del discipulado (Cf. DA 278e).

Desafíos

270. El sistema educativo se ocupa, por lo general, sólo de la instrucción y descuida la formación integral del ser humano.

271. Las universidades católicas o de inspiración cristiana a veces no se preocupan de formar en la fe a sus alumnos.

Propuesta

272. Que se consolide el equipo arquidiocesano de pastoral universitaria, con la participación de las universidades católica o de inspiración cristiana.









AGRADECIMIENTO



Se agradece a todas las personas que colaboraron en la planeación, consulta, elaboración, revisión y redacción de este Plan Diocesano de Pastoral:



A los Señores Obispos: Excmo. Sr. D. José Trinidad González Rodríguez; Excmo. Sr. D. Miguel Romano Gómez; Excmo. Sr. D. Rafael Martínez Sáinz; Excmo. Sr. Juan Humberto Gutiérrez Valencia; Excmo. Sr. D. José Francisco González González; Excmo. Sr. D. José María De la Torre Martín y al Excmo. Sr. D. José Leopoldo González González.



A los Vicarios Episcopales: Pbro. Cándido Robles Ojeda, Pbro. Ignacio Zaragoza Tello y Pbro. Rafael Galán González.



A la Vicaría Diocesana de Pastoral: Pbro. Rafael Hernández Morales y Pbro. Juan Carlos Viteri Salinas.



A los presbíteros: Primitivo López Alonso, José Abel Castillo Castillo, Eduardo Delfino Mendoza Medina, José Vicente Ortega Benítez, Roberto Ramos Godínez, Manuel Zárate Zepeda, Juan Eduardo Vargas Flores, Guillermo Leonardo Rodríguez Benítez, Alejandro Branca Palencia, Francisco de Asís De la Rosa Patrón, Elías Castro Martínez y José Sánchez Montes.



A los decanos y coordinadores de comisiones diocesanas.



Que Dios les recompense su dedicación y entrega.















Familia, prioridad pastoral



















El matrimonio es la unión permanente de un varón con una mujer



















































Igual

dignidad de los esposos



















































La familia, lugar privilegiado para el amor y la santifica-ción

































La familia, servidora de la vida y formadora de personas















































Toda autoridad debe custodiar la familia



















Pastoral familiar, prioridad indiscutible

































Tareas de la familia

















La pastoral familiar, incluye a los migrantes





































Familias en situación crítica





























































































































La Iglesia se preocupa por las familias en situación irregular



















Algunas situaciones irregulares



















Matrimo-nios a prueba













Unión libre





























Sólo matrimonio civil



















Separados y divorciados

























Divorciados casados de nuevo



















































Privados de familia





























































































Perspec-tivas y sombras en la educación infantil





















































Finalidad de la catequesis











































La catequesis edifica la Iglesia y humaniza la sociedad





































Para ser catequistas, se debe capacitar a los adultos

































La catequesis debe ser permanente

















































La catequesis es encuentro con Cristo y vivencia comunitaria





































































































Privilegiar

la pastoral juvenil



















Juventud, prioridad pastoral

























Opción preferencial por los jóvenes





























Adoles-cencia, etapa de crecimiento

y de

cambios



























































Pasos

formativos a seguir

en la pastoral de adoles-centes

y juvenil

































































































































































Los adultos mayores, son la memoria colectiva de la sociedad





























Los abuelos, verdaderos evangeli-zadores en la familia



















































































































¿Qué es pastoral univer-sitaria?



















































Se debe

llevar el Evangelio

a la

universidad





































El obispo

y otros

agentes

de la

pastoral universitaria









































SIGLAS Y ABREVIATURAS



AA Apostolicam Actuositatem

c. Canon (Derecho Canónico)

CA Centesimus Annus

CIC Código de Derecho Canónico 1983.

CEC Catecismo de la Iglesia Católica

CDPF Comisión Diocesana de Pastoral Familiar

CL Exhortación Apostólica, Christifideles Laici, S.S. Juan Pablo II, (30 de diciembre de 1988)

CT Exhortación Apostólica, Catechesi Tradendae, S.S. Juan Pablo II (16 de octubre de 1979)

DA Documento de Aparecida (2007).

DC Carta Apostólica, Dominicae Cenae, sobre el Ministerio y Culto de la Eucaristía, S.S. Juan Pablo II (24 de febrero de 1980)

DI Discurso Inaugural de S.S. Benedicto XVI en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

DD Carta Apostólica, Dies Domini, sobre la santificación del Domingo, S.S. Juan Pablo II (31 de mayo de 1998)

DP Documento de Puebla (1979)

EAm Exhortación Apostólica, Ecclesia in America, S.S. Juan Pablo II (22 enero 1999)

ECE Constitución Apostólica, Ex Corde Ecclesiae, S.S. Juan Pablo II (15 de agosto de 1990)

EE Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia, S.S. Juan Pablo II (17 de marzo de 1999)

EM Instrucción Eucharisticum Mysterium, sobre el culto del Misterio Eucarístico, S.S. Pablo VI (25 de mayo de 1967)

EN Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo, S.S. Pablo VI (8 de diciembre de 1965)

FC Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual, S.S. Juan Pablo II (22 de noviembre de 1981)

GS Constitución Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, Concilio Vaticano II, S.S. Pablo VI (7 de diciembre de 1965)

IGMR Instrucción General del Misal Romano (2002)

LE Encíclica Laborem Exercens, sobre el Trabajo Humano en el 90 aniversario de la Rerum Novarum, S.S. Juan Pablo II (14 de septiembre de 1981)

LG Constitución Dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia (21 de noviembre de 1964)

MCS Medios de Comunicación Social

MD Encíclica Mediator Dei, S.S. Pío XII (20 de noviembre de 1947)

MND Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, para el año de la Eucaristía, S.S. Juan Pablo II (7 de octubre de 2004)

MR Misal Romano reformado según las normas de los decretos del Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado por el Papa Pablo VI, edición típica aprobada por la Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F. 1991

NMI Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte, al concluir el Gran Jubileo del año 2000, S.S. Juan Pablo II (6 de enero de 2001)

OLM Ordo lectionum Missae. Missale Romanum, Congregación para el culto divino y la disciplina de los Sacramentos (21 de enero de 1981)

PDV Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores dabo vobis, sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual, S.S. Juan Pablo II (25 de marzo de 1992).

RM Encíclica Redemptoris Missio, sobre la permanente validez del Mandato Misionero, S.S. Juan Pablo II (7 de diciembre de 1990).

RS Instrucción Redemptionis Sacramentum, sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía, S.S. Juan Pablo II (25 de marzo de 2004)

RP Exhortación Apostólica Post-Sinodal Reconciliatio et Paenitentia, sobre la Reconciliación y la Penitencia en la misión de la Iglesia hoy. S.S. Juan Pablo II (2 de diciembre de 1984)

RSCCEFM Ritual de la Sagrada Comunión y Culto a la Eucaristía fuera de la Misa (21 de junio de 1973)

RUE Praenotanda del Ritual Romano para la Pastoral de Enfermos y el Sacramento de la Unción

SC Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia, Concilio Vaticano II. S.S. Pablo VI (4 de noviembre de 1963)

SCa Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis, Benedicto XVI (2007)

SD Celam, Documento de Santo Domingo (1992)

SiD II Sínodo Diocesano de Guadalajara

SiD Disp II Sínodo Diocesano de Guadalajara. Disposiciones

TMA Carta Apostólica Tertio Millenio Adveniente, como preparación al Jubileo del año 2000. S.S. Juan Pablo II (10 de noviembre de 1994)

















ÍNDICE

PRESENTACIÓN 3

I PARTE: PROCESO FORMATIVO DEL DISCÍPULO MISIONERO 9

1. EL ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO 10

EL KERIGMA 10

LUGARES DE ENCUENTRO CON JESUCRISTO 13

La fe recibida y vivida en la Iglesia, comunidad viva 14

La Sagrada Escritura, Palabra de Dios 14

La Sagrada Liturgia 15

La Eucaristía 16

El Sacramento de la Reconciliación 17

La oración personal y comunitaria 17

Los pobres, afligidos y enfermos 18

La familia cristiana 18

ESPACIOS DEL ENCUENTRO CON JESUCRISTO 19

La piedad popular 20

La devoción a María 21

Los Apóstoles y los Santos 22

DESAFÍOS 23

PROPUESTAS 23

2. LA CONVERSIÓN 24

CONVERSIÓN PERSONAL 24

CONVERSIÓN PASTORAL 25

DESAFÍOS 26

PROPUESTAS 27

3. EL DISCÍPULADO 27

UNA FORMACIÓN KERYGMÁTICA, INTEGRAL Y PERMANENTE 29

UNA FORMACIÓN RESPETUOSA DE LOS PROCESOS 31

UNA FORMACIÓN EN LA ESPIRITUALIDAD MISIONERA 31

INICIACIÓN A LA VIDA CRISTIANA 32

SACRAMENTOS DEL CRECIMIENTO 32

DESAFÍOS 32

PROPUESTAS 33

FORMACIÓN DEL PRESBÍTERO, DISCÍPULO MISIONERO 33

Acción pastoral entre los presbíteros 33

La formación permanente del presbítero 34

DESAFÍO 34

PROPUESTA 35

PASTORAL VOCACIONAL 35

Promoción vocacional 35

El testimonio y la vocación 35

DESAFÍO 36

PROPUESTA 36

4. LA COMUNIÓN 36

LUGARES DE COMUNIÓN PARA LOS DISCÍPULOS MISIONEROS 39

La familia 39

Las parroquias 39

Pequeñas comunidades eclesiales 40

Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades 41

DESAFÍOS 42

PROPUESTAS 42

5. LA MISIÓN 43

MISIÓN AD INTRA, MISIÓN AD EXTRA 43

URGENCIA DE LA MISIÓN 45

DECÁLOGO DE LA MISIÓN 48

DESAFÍOS 49

PROPUESTAS 49



II PARTE: LA EUCARISTÍA, FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA CRISTIANA 50

1. LA EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE CREER 50

LA EUCARISTÍA MISTERIO 50

LA EUCARISTÍA Y LA SANTÍSIMA TRINIDAD 51

EUCARISTÍA E IGLESIA 54

EUCARISTÍA Y SACRAMENTOS 55

EUCARISTÍA Y ESCATOLOGÍA 61

EUCARISTÍA Y VIRGEN MARÍA 62

DESAFÍOS 62

PROPUESTAS 63

2. LA EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE CELEBRAR 63

LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA, OBRA DEL «CRISTO TOTAL» 64

EL «ARTE DE CELEBRAR» 65

ESTRUCTURA DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA 67

LA PARTICIPACIÓN ACTIVA 72

LA CELEBRACIÓN PARTICIPADA INTERIORMENTE 77

CULTO A LA EUCARISTÍA FUERA DE LA MISA 79

DESAFÍOS 82

PROPUESTAS 83

3. EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE VIVIR 83

FORMA EUCARÍSTICA DE LA VIDA CRISTIANA 83

EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE ANUNCIAR 91

EUCARISTÍA, MISTERIO QUE SE HA DE OFRECER AL MUNDO 92

Congreso Eucarístico Internacional en Guadalajara 94

DESAFÍOS 94

PROPUESTAS, LAS DEL XLVIII CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL EN GUADALAJARA 95

III PARTE: PASTORAL FAMILIAR 96

LA FAMILIA 96

El matrimonio cristiano 96

La familia 98

DESAFÍOS 102

PROPUESTAS 103

Familias en situación irregular 103

DESAFÍOS 106

PROPUESTAS 107

Niños 107

DESAFÍOS 112

PROPUESTAS 112

Adolescentes y jóvenes 112

DESAFÍOS 116

PROPUESTAS 116

ADULTOS MAYORES 117

DESAFÍOS 118

PROPUESTAS 119

PASTORAL UNIVERSITARIA 119

DESAFÍOS 122

PROPUESTA 122

AGRADECIMIENTO 123

SIGLAS Y ABREVIATURAS 125

ÍNDICE 129

ORACIÓN 133













ORACIÓN



Dios, Padre, todopoderoso,

que fortaleces y acompañas con tu Espíritu a la Iglesia en su peregrinación terrena,

concédenos la gracia de llevar a la práctica el V Plan Arquidiocesano de Pastoral,

para vivir como discípulos misioneros de Jesucristo;

alimentados de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia.

Que la intercesión de María, Madre nuestra,

y el testimonio de nuestros Santos y Beatos mártires,

nos ayuden a llevar el Evangelio a todos y, en especial, a las familias de nuestra Arquidiócesis.

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.